Opinión

Olona y una campaña de cuero

Un día en que estábamos viendo las procesiones de Semana Santa, un locutor comentó la imagen de un pibe que se sujetaba el móvil con la mano derecha sobre la oreja izquierda y personificaba, según decían, el afán barroco de Sevilla

Francisco Apaolaza

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De todas las regiones, nacionalidades –o como Dios quiera que se llamen– que hay en España, ninguna resulta tan compleja y caleidoscópica como Andalucía porque nada hay más inexplicable que la naturalidad. Curro toreando con aquel capotillo sobre la elipse de la primavera de Sevilla, ... vórtice de todas las leyes del Universo, en realidad era un señor que cogía el toro aquí y lo dejaba ahí, no más allá de donde le llegaba el brazo. En esa sencillez se ancla la torería que decía Pepe Luis Vázquez que venía y se iba como el aire, y también el barroco, que contaba un gitano que le enseñó la Catedral de Sevilla a mi padre que era “barro ‘cosío’”. Un día en que estábamos viendo las procesiones de Semana Santa por la televisión local, un locutor comentó la imagen de un pibe que se sujetaba el móvil con la mano derecha sobre la oreja izquierda y personificaba, según decían, el afán barroco de Sevilla. Lo barroco es -siquiera- pensarlo.

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