HOJA ROJA

Hay que darle a los pedales

Por algo lo llamaban El Brujo. Y aunque hoy en día, más que brujo, lo llamaríamos visionario o gurú o influencer

Por algo lo llamaban El Brujo. Y aunque hoy en día, más que brujo, lo llamaríamos visionario o gurú o influencer -no vaya a ser que se molesten los practicantes y los defensores de la brujería-, lo cierto es que hace más de medio siglo Paco Alba lo recomendaba “sobre todo a los puretas”; sabe de qué le hablo, ¿verdad? Lo que tal vez no recordaba usted –yo tampoco, para qué vamos a engañarnos- es aquella copla de "Los hombres del mar" en la que, adelantándose a todos los tiempos, el célebre autor de carnaval nos advertía de uno de los males históricos de nuestra ciudad, "como los aparcamientos hoy es una papeleta, volveremos con el tiempo a coger la bicicleta…". No, no nos acordábamos, pero como para eso –también- tenemos a nuestro alcalde, esta semana y gracias a su texto –me gusta como escribe incluso en la virtualidad- en la redes sociales, no paro de darle vueltas al asunto. La ocasión, usted lo sabe mejor que yo, siempre la pintan calva, y celebro, como nunca, este domingo el "Car Free Day" o día sin coche, en el que la ciudad amanece más dividida que nunca.

Porque, especialistas como somos en la mezcla de churras y merinas, lo hemos vuelto a hacer. Hemos metido en el mismo saco todo: la movilidad, la sostenibilidad, el día sin coche, la peatonalización, los aparcamientos, la bicicleta y el que no diga ole que se le seque la yerbabuena. Total, a estas alturas, el que no lo haya entendido, no lo va a entender, por mucha pedagogía que se le eche al asunto. Ni siquiera lo va a entender por mucho que nuestro alcalde zanje la cuestión de la misma manera que hacemos con nuestros hijos chicos cuando protestan por algo "Ha sido así siempre". Y no lo va a entender porque, en el tema nuestro de cada día, se superponen cuestiones que nada tienen que ver unas con otras. La acumulatio, que decían los retóricos clásicos, no lleva a ninguna parte. Y a ninguna parte nos lleva este camino que hemos iniciado sin hoja de ruta –me pierden las modas lingüísticas- y casi sin sentido.

Verá. Decir que Cádiz tiene las dimensiones que tiene es algo tan obvio que ni merece la pena explicarlo; pero decir que no se han perdido aparcamientos en los últimos años o decir que el uso de la bicicleta es la solución a los problemas de tráfico de nuestra ciudad, es reducirlo todo al absurdo. Porque mientras no se aplique un criterio de movilidad efectiva y mientras no se potencien la peatonalización y el transporte público como alternativa real y eficiente al uso del vehículo privado, estaremos en el mismo punto de partida.

Así que empecemos por el principio. La celebración del “Día sin coche” es algo que se remonta a los años noventa del pasado siglo ante la acuciante amenaza de la contaminación que ya padecían las grandes ciudades. Las primeras jornadas sin coche intentaban concienciar a la población de la necesidad de usar medios de transportes más eficientes y menos dañinos para el medioambiente; de ahí surgiría ese Car Free Day en Bath con la implantación de un día “sin coche” y de ahí, la iniciativa de ampliar a una semana el esfuerzo por dejar a un lado los “malos humos” y potenciar una movilidad más sostenible y ecológica, más peatonal. Ya sabe usted cuanto defiendo que la ciudad es para las personas y no para los coches, y también sabe cuánto me alegro de que las políticas municipales se encaminen –nunca mejor dicho- a caminar. Pero lo de la bicicleta es harina de otro costal, por mucho que nuestro alcalde defienda su uso por tres razones: sostenibilidad, actividad física y pedagogía. La bicicleta, como bien dice, es apta para casi todos los públicos –para casi todos los públicos que no tengan la edad media de nuestros vecinos y vecinas, claro está-; la bicicleta evita el sedentarismo –andar todavía lo evita más- y es un ejemplo para nuestros hijos e hijas. Bien. Lo de la realidad y el deseo, como siempre.

Porque la clave de todo esto la da el mismo alcalde en su texto, “somos conscientes de que mucha gente, muchos currantes sí necesitan el vehículo para ir a trabajar y supone una pesadilla añadir al tiempo laboral encontrar un sitio”. Ahí lo tiene, a ver qué hacemos con este problema, que no es el problema de uno ni de dos, sino el de todos aquellos que hace unos años empujamos a que se fueran más allá del puente Carranza y que vienen a diario a nuestra pequeña aldea. Recordaba nuestro alcalde al Brujo y sus Hombres del Mar. Un año antes, el mismo Paco Alba ponía el parche antes de que saliera el grano y los Currusquillos Gaditanos ya lo avisaban: “Vienen desde Chiclana y de otros pueblos, hombres en bicicleta a trabajar, y el día que hace levante, pa qué les cuento, después harto cemento, darle al pedal”, y continua “da pena verlos en fila, tristes por la carretera”.

La solución, insisto, pasa por un transporte público, sostenible, ecológico, económico, efectivo y real. Y porque lo de la bicicleta no se nos vuelva, aún más, en contra. Sobre todo, para no acabar cantando como Paco Alba –que yo también me sé sus letras- “Vas llevando la cruz a cuestas aunque la cruz se llame tu bicicleta”.

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