Orgía en los ‘orbanes’

Lo de los ‘boys’ con la porra quedó demodé; ahora lo que priva en reuniones de ‘vamonó’ es el eurodiputado ultraconservador. A este lo detuvieron los agentes cuando escapaba por la ventana abrazado a una cañería con la de Visegrado al aire. De Bruselas recuerdo que todas las mujeres sabían mucho de arte africano, que el champán siempre estaba frío y que hay tantos cuerpos policiales distintos que uno nunca sabe si están en entrando en el piso a detener a la gente en pleno ‘gangbang’ o es que ha llegado el striper. Por eso estos que nos ocupan, cuando les pidieron que sacaran la documentación, a punto estuvieron de responder si ésta les parecía poca. El anfitrión replicó –y esto es información y no opinión– que cómo iban a llevar la documentación si no llevaban ni los pantalones puestos. La regla era que podían acudir participantes que hubieran pasado el coronavirus y que no tuvieran síntomas. A la entrada les tomaban la temperatura y pasaron todos, con lo que cabe concluir que están más calientes los chats de militares retirados que las orgías de eurodiputados.

A estos partidos de moral tan férrea siempre les termina por salir un miembro de costumbres divertidas, una oveja negra a la que encuentran fácilmente acomodo en la arquitectura de argumentos del partido y así se convierten en el distinto que lo justifica todo. En Vox tienen a Ignacio Garriga, que es un dentista catalán y negro, porque si puede haber un dentista negro y catalán de Vox, todo el mundo puede hacerse de Vox. Cabría pensar que si un señor parlamentario ultraconservador que va a orgías de señores en Bruselas puede fundar Fidesz, es que todo el mundo puede votar a Fidesz. Hay que tener mucho cuidado con las orgías en tiempos de pandemias y con las denuncias desde el púlpito inmaculado del virtuosismo moral.

Esta cosa a algunos nos coge lejísimos. Hoy jueves tengo que pasar por el concesionario a por una furgoneta diesel de nueve plazas en la que poder montarme con mi mujer, mi perro y mis tres hijos para ir por ahí como un auténtico fascista, que diría Peláez. Me apunta Pedro Herrero que la ‘furgona’ es la última renuncia a la estética personal en favor de la cosa práctica de la familia. Desde esta distancia en la que me encuentro, guanterilla de coche regada de muñecos rotos de Peppa Pig y onza de chocolate fundida en el salpicadero, me parece muy fértil toda esta cosmología pop de pelicula americana en la que el juez setentón y republicano siempre es descubierto en la cama de un motel con dos chavalas y con calcetines sujetos con ligas. Da medida de lo que se puede hacer en esta sociedad, que cada vez es menos. Hablo de toda esta prosilla de la virtud del poliamor y la cosa no binaria en la que uno debe caminar hacia la libertad y declararse sin género sexual, pero un señor de los ‘orbanes’ no puede ir a una fiesta de las de ponerse mirando a Gante.