OPINIÓN

Una cagada

En contra de lo que opina Teresa Rodríguez-Rubio, insultar a todo un colectivo, faltarle al respeto, no es libertad de expresión

El tuit ofensivo de Teresa Rodríguez-Rubio
Ignacio Moreno

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Mire usted que, con el idioma tan rico que tenemos, existe todo un abanico de posibilidades. A saber. «Me cago en ‘tó’ lo que se menea», que es bastante grosero, aunque liberador y muy de Cádiz. «Me cago en la mar salada», cursilón y refinado. «Me cago en la leche» es más común, aunque quizá aplicable cuando sufres un accidente fortuito, como darte un martillazo en un dedo colgando un cuadro. Cualquiera de estas expresiones podría valer. Sin embargo, nuestra representante podemita en el Parlamento Andaluz, Doña Teresa Rodríguez-Rubio, decidió cagarse en Dios para defender al ¿actor? Willy Toledo. Precisamente en Dios, que fue quien creó a ambos para que se juntaran en sus utopías. Al menos así lo creen millones de católicos, en los que también se ha cagado sin respetar sus convicciones. Porque Rodríguez-Rubio lo mismo renuncia a la mitad de su apellido –en los círculos en los que ella se mueve lo de los guiones está bastante mal visto– que a poner en práctica el respeto por los demás y la buena educación que a buen seguro recibió en su casa. Y decide que toda la comunidad católica sea el objeto de su defecar. Cagándose de paso en la verdad de los hechos, que no es otra que a Willy Toledo no lo detienen por cagarse en Dios –perdón por la insistencia en la expresión– sino por hacerlo en la citación judicial. Por dos veces. Para convertirse en una especie de martir de andar por casa.

Es absolutamente lícito que un representante público considere que una ley es más o menos injusta y piense que nadie debería ser procesado por expresar libremente sus ideas. Y es muy sano que se dedique a la política para intentar cambiar las cosas desde dentro. Pero es una peligrosa perversión de la realidad querer convencernos de que en nombre de esa libertad de expresión quieran justificar absolutamente todo. Porque no todo vale. Si usted no está de acuerdo con la doctrina católica, estupendo. Dígalo líbremente y nadie le hará reproche alguno por ello. Pero si lo hace insultando, faltando al respeto, ofendiendo a un colectivo de millones de personas, considere la opción de que sí haya quien se lo afee. Una cosa es la crítica, la libre expresión de ideas, y otra bien distinta el insulto y la falta de respeto. Yo mismo, en estas páginas, he criticado abiertamente y en no pocas ocasiones, el trabajo del equipo de Gobierno en el Ayuntamiento de Cádiz. Su labor como gestores me parece bastante mediocre y dañina para la ciudad. Pero no se me ocurriría insultarles o burlarme de sus creencias. Simplemente no las compartiré, como ellos no compartirán las mías. Es la base de la convivencia. Cada uno en su casa y Dios en la de todos. O si lo prefiere se lleva a casa a Trotsky, Lenin o Fermín Salvochea colgando de un cuadro. Pero sin cagarse en nadie, que lo de defecar es un acto muy privado y personal. Y desagradable.

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