El Apunte

Las víctimas y verdugos más vulnerables

La Fiscalía alerta del gran número de delitos en el que están presentes los jóvenes, a veces como agresores y a veces como agredidos

La adolescencia siempre ha sido una época difícil. Para todos. De hecho, la misma etimología de la palabra lleva implícito el adolecimiento, las carencias. Los jóvenes de todas las épocas se encuentran perdidos en un mundo que cambia, en el que dejan de ser niños ... pero aún no son mayores. En el que deben dar cuentas a sus padres de sus actos pero se les exige una mayor autonomía. En el que deben formar su personalidad individual pero están sometidos al escrutinio implacable de un grupo al que no quieren desagradar. Toda esta situación se exacerba más con las redes sociales, en las que el examen al que se someten nuestros jóvenes es constante y las pruebas, más duras. Y en donde los peligros, también, son increíblemente más crueles.

Los menores pueden ser víctimas, como tristemente comprobamos la semana pasada. Un pederasta de Arcos contactó con dos chavales de 13 y 14 años con el objeto de mantener relaciones sexuales con ellos. No dudó en ofrecerles droga para conseguirlo. También se conoció el caso del del pedófilo de 21 años en San Fernando que extorsionaba a niños, algunos con discapacidades, para que les enviaran imágenes eróticas.

Además de víctimas, pueden ser los verdugos. Desde el anonimato de las redes sociales o a avatar descubierto pueden acosar y degradar a compañeros sin ser conscientes del profundo daño que causan. Tienen una poderosa arma en las manos y no saben controlarla. Del mimo modo, también pueden difundir imágenes de desnudos de parejas y exparejas que son origen de un gran sufrimiento en las víctimas y de consecuencias penales para el agresor que, sin darse cuenta, termina siendo también víctima de su propia inconsciencia.

Es preciso que, como sociedad, eduquemos a nuestros jóvenes en los peligros de las redes sociales , que pueden hacer que un adolescente como nuestros hijos, como nuestros sobrinos, como nuestros vecinos, se conviertan en un monstruo que desconoce el daño que causa o en una víctima a la que han arruinado sus mejores años. La educación desde edades tempranas y la observación de cambios de conducta son claves para evitar este tipo de situaciones. Los peligros están ahí y negarlos no hará que desaparezcan, sobre todo, cuando la puerta de entrada de los males es un dispositivo que tenemos en cada bolsillo.

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