Cádiz joven

Hay un lugar en Ecuador, Vilcabamba, que se conoce como el valle de la eterna juventud y que hace algunos años se convirtió en destino turístico para jubilados norteamericanos

Hay un lugar en Ecuador, Vilcabamba, que se conoce como el valle de la eterna juventud y que hace algunos años se convirtió en destino turístico para jubilados norteamericanos. Ya sea por la composición del aire, del agua, o vaya usted a saber por qué, ... los habitantes del valle se encuentran entre los más longevos del mundo, siendo frecuente encontrar personas con más de 100 años de vida; aunque, lamentablemente y a pesar del reclamo publicitario, la longevidad no viene acompañada de esa deseable juventud eterna. Sin llegar a extremos como los de Fausto o Dorian Gray y entregar nuestra alma al diablo con tal de conservar ese divino tesoro, el mantenerse joven ha sido siempre un deseo muy humano. Ya no vale el resignado dicho de que «a juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo» y, de hecho, la ciencia, la técnica y la estética se han aliado para intentar mantenernos, o hacernos parecer, cada vez más jóvenes. Los científicos estudian las claves del envejecimiento y buscan desentrañar las secuencias del ADN a la captura de genes relacionados con la senectud y la longevidad; las intervenciones para mantener la lozanía o esquivar el inevitable descolgamiento son prácticas de lo más cotidianas. E, incluso, hay países, como Turquía, que han visto incrementado su PIB nacional con la resolución de la calvicie. Un deseo, ese de mantenerse joven, muy natural si tenemos en cuenta que hoy día ser viejo no es un valor en alza y que la juventud está de rabiosa actualidad en todos los ámbitos de la vida. En un estudio llevado a cabo en una treintena de países, resultó que los españoles son los que menos ganas tenemos de cumplir años, lo que no deja de ser lógico en un país que se está haciendo viejo a pasos agigantados; quizá también por eso somos, en las encuestas, los que más atrasamos la edad de comienzo de la vejez. Realmente la consideración de joven se está convirtiendo es un concepto cada vez más flexible.

La Organización de las Naciones Unidas considera, o consideraba hasta hace poco, como jóvenes a aquellos comprendidos entre los 10 y los 24 años. La Organización Mundial de la Salud, con una visión más moderna del asunto, ampliaba el margen hasta los 30 y las encuestas dan resultados de lo más variopintos según el lugar en el que se realicen. Prácticamente podemos extender la consideración de juventud hasta donde nos apetezca y, de hecho, es común el decir que la juventud no está en los años sino en la actitud y en la mente. Este último concepto de juventud es un invento gaditano que habría que reclamar ya que aquí se fundó, a mediados del siglo XIX y a instancias de Eduardo Benot que, además de una calle, fue un destacado escritor, miembro de la RAE, además de lingüista y político, una asociación cuyos miembros ya no se acordaban de su trigésimo cumpleaños, la Sociedad de la Juventud Perpetua. En el Cádiz de hoy los jóvenes de más de 45 años son mayoría, mientras que los jóvenes menores de 30 están en franca decadencia y nuestra ciudad es de las localidades con menos niños de toda la Bahía. Así que el problema es que eso de enmascararnos en clave de «jóvenes», no va a evitar que Cádiz sea cada vez más vieja en el país que dentro de unos años será el más viejo, y longevo, del mundo.

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