Rótulos

Es el momento de recuperar esa memoria de luces de neón, que además de la comercialidad cumplía un papel estético que daba belleza a las noches

Antonio Ares

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En los primeros días del mes agosto de 1954, en el muelle Victoria de nuestro puerto se encontraba atracado el buque Guadalupe, propiedad de la Compañía Transatlántica. Pocos meses antes, tras su botadura, había realizado su primer viaje a La Habana. Entre el bullir de ... pasajeros, bultos y mercancías se encontraba un pasajero con boina. Era Josep Pla, escritor ampurdanés, referente de las letras catalanas. Unas semanas antes había recibido el encargo de Josep Verges, propietario y director de la revista Destino. Éste le propuso hacer un viaje especial. El encargo era hacer un reportaje sobre Nueva York. El 19 de agosto, después de desembarcar en Hoboken (Nueva Jersey), se adentró en la ciudad que nunca duerme. Ese día el prócer de la literatura catalana confesó a su editor que “me doy cuenta de que hoy es el día de mi vida que he visto más cosas”. Uno de los primeros lugares a los que le llevaron fue a Manhattan, ese sitio de calles numeradas y diseño cuadricular. Y recaló de noche en Times Square. Los neones multicolores, el parpadeo trepidante de los anuncios, le dejaron embelesado. Acto seguido le preguntó a quién le hacía de guía, totalmente deslumbrado ¿quién paga todo esto?

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