P. E. P. A.

Para conmemorar tal efeméride, nuestra clase política se ha puesto de acuerdo en organizar un sarao vergonzoso en el que no se salva nadie de su incompetencia

Antonio Ares

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Según cuentan las crónicas de la época, aquel 19 de marzo de 1812, jueves para más señas, hacía un tiempo de perros. Llovía a cántaros y un viento desapacible lanzaba agua por todos lados. En la Iglesia del Carmen, frente a una Alameda gris y ... bulliciosa, se celebró un solemne ‘Te Deum’ en acción de gracias por la declaración de la Constitución de Cádiz, que sería proclamada en la tarde de ese día. Una pomposa procesión partió de la Iglesia Conventual carmelita. Todos los diputados, del Reino de España y de allende los mares, luciendo sus mejores galas, se dirigieron al Oratorio de San Felipe Neri. No importaba el día invernal, después de dos largos años de arduo trabajo, la ocasión lo merecía. Debates, reuniones oficiales y clandestinas, consensos y desacuerdos, tiras y afloja, renuncias y logros, daban como fruto la primera norma constitucional de la que nuestro país podía sacar pecho. Su objeto «la Felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen» (artículo 13).

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