Con la Iglesia hemos topado, Ignacio

En particular, me gustaría referirme a lo que está ocurriendo en la querida Hermandad de la Oración en el Huerto. Conozco a muchos de los miembros de la familia Reyna y conozco a Ignacio Robles desde hace muchos años. Quizás eso me impida ser objetivo ante la felonía que le han hecho pero lo que si me da cierta objetividad es el trabajo bien realizado en la Hermandad desde hace años y que respalda a dicha familia, a Ignacio y a su Junta. Siempre ha sido una Hermandad que pasito a pasito, han ido trabajando y consiguiendo las metas que se iban proponiendo, sin un escándalo, sin un problema que, al menos, haya traspasado los muros de su Casa de Hermandad. Sin embargo, ahora por el capricho de un alzacuellos todo ese trabajo de años se tira por tierra. Dos sacerdotes, de paso por San Severiano, se ven con el poder absoluto de menospreciar a personas que han dado horas de su vida, de sus trabajos, de sus familias por su Hermandad. Nadie se lo pidió a cambio, solo fue su amor a sus Titulares lo que les llevaba a ponerse al servicio de su Hermandad y siempre respaldados por sus hermanos.

Nuevamente, algunos miembros de la curia se meten en las hermandades para destrozar lo que funciona por el simple hecho de sentirse con el poder de mandar sobre todo lo que está bajo sus dominios, sin mirar las consecuencias. Evidentemente, esto no lo hacen ni por el bien de la Cofradía, ni de la comunidad parroquial, ni nada por el estilo. Básicamente, lo hacen porque al poner a sus «validos» al frente de la Hermandad van a tener plenos poderes sobre ella, van a dirigirla sin miedo a que nadie les plante cara por el bien de la Hermandad, por el de sus hermanos, por el de sus Titulares.

Esto que están haciendo con la Hermandad del Huerto es de las mayores atrocidades que recuerdo en el mundo de las hermandades en nuestra ciudad desde hace años, quizás únicamente comparable a aquella que ocurrió en su día en la Archicofradía de Columna.

Lo más vergonzoso es que desde los organismos superiores, desde el mismo Obispado, se mire hacia otro lado y se deje a dos sacerdotes hacer lo que les venga en gana, destrozando una Hermandad que funciona para poner a quienes ellos quieran, saltándose el cabildo de hermanos, ya que no les dan la oportunidad de elegir sino que ellos los imponen.

Con razón a los verdaderos cofrades cada vez se les quitan más las ganas de seguir al frente de sus hermandades, dando paso a los «amiguitos del cura» y postores a hacerse con las varas doradas.