opinión

Perder las formas

«Y es que el sentido común dice que es perfectamente factible el discrepar y exponer las diferencias sin necesidad de faltar al respeto»

Felicidad Rodríguez

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El Congreso de los Diputados organiza todos los años unas jornadas de puertas abiertas durante los días previos al de la celebración de la Constitución. Así que la pasada semana la puerta de los leones, que solo se abre en contadas y señaladas ocasiones, volvió a dar acceso a los españoles que deseaban visitar el hemiciclo donde se reúnen y discuten sus representantes.

Y mientras observaban las huellas de los tiros del 23F, recibían las explicaciones de los diputados presentes o comprobaban el sistema de votación, no eran pocas las personas que expresaban su desencanto por la progresiva bajada de nivel de la dialéctica parlamentaria y, sobre todo, su hartazgo por las broncas, insultos y pésima educación que se observa, con cada vez más frecuencia, en la sede de la soberanía nacional. Y es que el sentido común dice que es perfectamente factible el discrepar y exponer las diferencias sin necesidad de faltar al respeto, insultar o injuriar. Al fin y al cabo, quien más, quién menos sabe que los argumentos no resultan precisamente beneficiados cuando se apoyan en ofensas e improperios y cuando se chilla por encima de determinados decibelios.

Hoy precisamente, 6 de diciembre, se cumplen 44 años del referéndum que ratificó la Constitución. Aquel día de 1978, que cayó en miércoles, momento poco habitual para acercarse a las urnas, el sí fue abrumador en casi todo el país; en Cádiz, más del 90% del voto emitido. Desde entonces, con las sucesivas legislaturas, hemos seguido la evolución, más bien el retroceso, de las formas parlamentarias cuyo deterioro suele acrecentarse aún más en los períodos preelectorales. Y en esas estamos. Desde que se aprobó la Constitución hemos tenido 14 elecciones generales que deberán convertirse en 15 durante el año 2023 que estrenaremos en breve. Unas elecciones, entre noviembre y diciembre, que tendrán lugar en plena presidencia española de la Unión Europea, motivo más que suficiente para asegurar que nadie en Moncloa piense en un adelanto electoral por muchas discrepancias que existan entre los socios de gobierno. Lo que no significa que no se calienten, más de lo debido, los motores, sobre todo teniendo en cuenta que antes de ello ya tendremos las primaverales citas electorales municipales y, en 13 comunidades, las autonómicas.

Y, como viene siendo habitual, ya se respira el ambiente electoral que comienza a subir, alarmantemente, de tono. En el preámbulo de la propia Constitución española se dice, entre otros principios, que la Nación española proclama su voluntad de «colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra». A lo mejor, para ejercitarse en ello, quizá sea bueno empezar a aplicar lo de la colaboración y ánimo pacificador con los que uno tiene al lado. A ver si el macro puente de la Constitución nos sirve a todos para que nos relajemos un poco y, como en esta semana no hay plenos en la Carrera de San Jerónimo, sus señorías podrían aprovechar para hacer algunos ejercicios de efectos ansiolíticos. Les ayudaría a disminuir sus niveles de crispación y de camino ayudarnos a aliviar los nuestros. Medidas anti crispación que no estarían de más en cualquier programa electoral que se precie.

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