OPINIÓN

Techos de silicio

«Las tecnologías son oportunidades para seguir avanzando con los logros de la Ciencia»

José María Esteban

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El reflejo vítreo de mil facetas, entre celestón y grisáceo, se fue apoderando del cielo de las ciudades históricas. El sol destellante en los terracotas de las aéreas azoteas de tejas o rosáceos solados de Bonares, los hacia virar al soso negro parduzco. Cambiaba agriamente el cálido y bello tono de las cubiertas. El cambio se hacía a la velocidad de a la rígida orden y la necesidad de transición a una energía alternativa. Conseguía un irreparable efecto contra el tono heredado y el poder estético del paisaje de la quinta fachada. Ya casi no quedará patrimonio dibujado en mil ondas o rectilíneos pretiles, con esa tonalidad asalmonada en las vistas áreas, sobre todo en nuestra Andalucía.

En mis años de gestión dedicada a la protección del Patrimonio en las Comisiones, a veces incomprendida y dura, prohibimos que los paneles solares o placas fotovoltaicas se fueran colocando en lugares que afectasen negativamente las delicadas panorámicas. Los captadores, decíamos, deberían colocarse en sitios discretos, donde el soleamiento generara su hecho benefactor y no se fueran desdibujando las bellas y orgánicas formas existentes, con esas duras trazas rectangulares. Ahora, aquellas curvas serán ocultadas fanáticamente, hurtando la historia sinuosa en nuestras desaguadoras pendientes.

Las tecnologías son oportunidades para seguir avanzando con los logros de la Ciencia. Nos permiten ser más libres y sostenibles. Pero con el tiempo, todo es arrasado por el «poderoso caballero» que lo puede todo. No paran de salir leyes y regulaciones, siempre insaciables y contradictorias para lograr el ahorro energético. Una de las esclavas de tanto renglón leguleyo es la Arquitectura. No se piensa en los daños y servidumbres visuales que, por decretos del legislador, debe soportar la amable apariencia y su estética. Esas leyes, no solo no unifican el esquema común, sino que atomizan las decisiones en procesos individuales, que nunca logran el concepto de protección uniforme. También, se siembra el campo de feos arboles blancos de ramas giratorias.

Los criterios heredados sobre las calefacciones o las frialdades de los hábitats, se han resuelto siempre con soluciones originales y diseños integrados en su lugar. Se lograban sencillamente con materialidades cercanas muy experimentadas, eficientes, durables y simples en mantenimiento. Tanto para el frío como para el calor se utilizaron las solas leyes de la atmósfera y la orientación solar. La forma, el volumen y la construcción, eran soportados con sistemas económicos, logrando con la sana experiencia acumulada, un resultado eficaz, útil y adecuado al gasto.

Ahora, con saltos adelante y hacia atrás, se van reglando y promocionando falazmente, productos de fabricación barata y poco duraderos. Han salido profesionales a patada de oportunidad, trasladando la responsabilidad final a los propietarios. El estado que lo obliga, se queda como benefactor virtual de tanto despropósito y actúa con una enorme falta de control final.

La Arquitectura debe pensarse para que el hábitat sea: acogedor, funcional, agradable y ajustado en precio. En ese sentido se han diseñado, según cada geografía, soluciones vernáculas, desde la situación, materias inmediatas y controladas entradas y salidas de los diversos aires. Todo lo hemos olvidado. Los primeros los arquitectos, por adormecimiento y falta de conocimiento. Ahora, nos obligan a convertir las ciudades en feos huertos energéticos de techos de silicio, que nos van a destrozar el auténtico paisaje de nuestro mejor Patrimonio. Salud.

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