El Nobel de la Guerra

Sigue el fulminante explosivo de conciencias con las genocidas guerras en Ucrania y Gaza. Como en otros lugares, pero que la prensa no hace tan famosas. Esas malditas cifras que enriquecen la insensatez humana, se ofrecen cada día más sanguinarias e insensibles. Creemos que la cultura mejora los caminos del entendimiento, pero seguimos topándonos con la triste realidad de no ser así. La importancia de estar mejor instruido y humanizado, depende del alma a quienes llegue, para utilizarla como arma de unión masiva o destructiva.

Nos preocupa cómo la cultura se expanda sin nada a cambio. Al menos debiera transmitir la sensibilidad crítica de la cruda realidad. André Malraux decía que «La cultura es lo que, en la muerte, continúa siendo la vida». Importante manera de sentirla como eterna e inmortal. La contradicción viene, no por los valores naturales y aprendidos de cada uno, sino de cómo los traducimos haciéndolos propios y egoístas. Estoy convencido que el instituto de Massachusetts inculcó valores a Netanyahu; lo mismo que en el origen democrático de EE UU como la Universidad de Pensilvania le transmitió a Trump el valor del respeto; seguro que también a Putin en Leningrado supieron mejorarle su estima por los demás. Comprobamos que, siendo cultos, los destinos los han vuelto demasiado dañinos para el mundo. Yo le daba a cada uno el Nobel de la guerra.

La cultura, con mayúsculas, es tanto o más importante, cuanto sostiene actitudes que hagan mejor esta Humanidad, impidiendo que no salga agrietada cada vez que un perverso ruin como ellos, llega al poder. Salud.