El mundo manda

La historia de la humanidad, contada y no hace mucho grabada en imágenes, nos debe recordar cómo somos

José María Esteban

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Cosas terribles, explosiones que visualizamos continuamente día a día, nos delatan lo dañino del ser humano en sus ataques y defensas. Las noticias se nutren cada vez más de la realidad de un morbo acuciante: guerras disfrazadas de tenencia económica y energética; peleas inhumanas; increíbles asaltos escolares; violentos camuflados de deporte; luchas callejeras sin sentido; populismos disfrazados de democracias que dejan un rastro mudo y rojo de personas, cuyo destino se cruzó en una trágica cita. Un imparable nerviosismo y crispación nos llena ahora de inquietudes que parecían lejanas. Secuencias previas de un mundo incómodo, a punto de saltar en pedazos en cualquier momento. Es la realidad.

La historia de la humanidad, contada y no hace mucho grabada en imágenes, nos debe recordar cómo somos. Ciclos de cierta quietud y paz, a los que siguen otros de luchas, guerras o sinsabores, decididos por los que pueden hacerlo pero que no cuentan con el beneplácito de sus representados. Orquestados por intereses ocultos supra económicos que manejan los hilos de las ganancias. Es una nueva y repetida era donde los cambios y los temas nunca resueltos, superan la racionalidad de los entendimientos. Lástima que siempre ocurra lo mismo.

Parece que hoy, sin alarmismos, estamos en tiempos de retrocesos de metas alcanzadas, que nunca pensábamos podrían producirse. Nuestro suelo se mueve y no sabemos cómo fijar los pasos para situarnos con seguridad en este planeta de nuestras entretelas.

Las sociedades se han ido debatiendo, entre dos tensiones. Una: la economicista que marca sus retos y conquistas en una estabilidad empresarial libre, que nutre y ajusta el empleo y que necesita tener muy seguras sus plusvalías para mantener un equilibrio social. Por otro lado: se sitúan los que entienden que ese reparto de riquezas debe ser más justo, tasando las ganancias y dividiendo los resultados con una racional y necesaria medida para invertir en lo común. Estos dos sistemas se han ido sucediendo históricamente, evidentemente con discursos encontrados. La endogamia y a veces muchos embustes para sostener situaciones, están detrás siempre de los intereses de muy pocos.

El inquieto desequilibrio en que vivimos, con épocas más o menos pacíficas, y contadas por sabios que intentan descifrarlas, está siempre presente en todas las colectividades. Esta inestabilidad, en mi opinión, es el inmaduro fruto de las luchas por el acaparamiento de la mayor fortuna posible, frente a los que, al repartir, quizás debieran hacerlo con la mayor honestidad, rigor y disciplina. Todo el mundo quiere ganar mucho esforzándose lo mínimo. Es por eso que las dos teorías, deberían ser capaces de entenderse, siquiera en lo identificable como común y mejor para el desarrollo armónico de todos.

El mundo manda, porque el inexorable camino de la supervivencia, que nos hace individuos independientes, organiza los sistemas de forma interesada y conectada. Necesitamos más cordura en los consensos para progresar en lo sólido de ambos pensamientos. En pocas palabras y mal juntadas como estas, los líderes deben encontrarse y hacer que sus avances sean, no de la mayoría que los vote o cubran, sino en las mayorías de todos. Sería el deseo de los que vivimos en este bello, único y posiblemente delicioso mundo, que girará interminablemente, si ningún loco de nuevo, como hoy ocurre, aprieta el botoncito, por unos estúpidos metros cuadrados, eso sí llenos de riquezas, como siempre ocurre. Cuidaos y salud.

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