La ciudad fantasma

Los cantares no pueden ser eficaces ni suficientes para saciar la incontenida necesidad de futuro

José María Esteban

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La ciudad esbozaba una bella mueca heredada de tiempos ricos y favorables. Conservaba a duras penas sus bien confeccionados y bonitos ropajes, que la compusieron como deslumbrante novia eterna. Ahora ya sin dote. Sus colores, distintos de las claras jabelgas, suaves en mil tonos, a ... veces abigarrados por los tiempos bien alumbrados. Esa luz, la destacó en un momento como patrona del mundo y mejor referente. Ésos exclusivos diseños urbanos y arquitectónicos de la sensible herencia, eran sonoros reclamos para visitantes. Cada día aumentaban llenando sus calles y rincones. Disfrutaban descubriendo un pasado que, ya no pertenecía tanto a sus censales como al temporal usuario turístico. Se fue trasladando un alma, cada vez menos propia.

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