Opinión

Elecciones anuladas

Pocas personas saben aún quienes fueron los autores mediatos de dicho golpe

El 11 de Marzo de 2004, en plena víspera de la Jornada de Reflexión de aquellas Elecciones Generales, sufrimos un golpe que fue asestado con el objetivo que se consiguió: cambiar drásticamente al gobierno de España. ...

Pocas personas saben aún quienes fueron los autores mediatos de dicho golpe. Una de ellas es el juez instructor de aquella causa, Javier Gómez Bermúdez, que se permitió dejar para la posteridad aquella frase que destroza los pilares de la inocente confianza en la Justicia: «La verdad del 11-M es tan terrible, que España no está preparada para conocerla». Toda una confesión de un tipo que, a pesar de juramentos, honores y tratamientos de virrey, mantuvo oculta esa verdad sin que la Guardia Civil le citara en ningún cuartelillo a declarar cuanto supiera.

Sí somos muchos -cada vez, más- quienes, a pesar de la ocultación, no tenemos duda al respecto. Bastaría con acudir al viejo aforismo latino «Quid Prodest?» (¿a quién bebeficia?) y analizar la trayectoria política de nuestra piel de toro para sacar una conclusión más o menos clara al respecto.

Pero si velados permanecen los autores reales, evidentes fueron los cómplices. Porque a pesar de la dureza, el golpe no hubiera alcanzado su objetivo si la Jornada de Reflexión no hubiera sido adulterada ni revuelta, como lo fue por los de siempre: los que a lo largo de su historia de publicitada honradez solo han aceptado los resultados de las urnas si les han sido favorables.

Evidentemente, aquel éxito también fue consecuencia de la cobardía inaudita de un Presidente del Gobierno en funciones que, debiendo haber tomado cartas en el asunto y declarar el estado de alarma o excepción y suspender los comicios, no lo hizo. Para quien en este punto suelte espumarajos por la boca recordaré que esa prerrogativa del gobierno viene establecida por una Ley constitucional (Ley Orgánica. 4/1981) no derogada por ningún enemigo de este país aunque cobre sueldo de director general.

Es posible que el resultado hubiera sido finalmente el mismo o que el vuelco electoral hubiera sido aún mayor. Nunca lo sabremos. Pero de lo que sí tendríamos hoy la certeza es que aquel gobierno desnortado no habría dejado vendido el país a quienes solo buscaban destrozarlo.

Lo sucedido la semana pasada con el voto por correo, con el colofón de la performance de ayer, no es sino otro golpe orquestado por los de siempre, los que buscan sistemáticamente el modo de seguir robando. Y tengan en cuenta que escribo esto durante la mañana de un domingo en la que albergo la esperanza de que mis conciudadanos (y no solo mis compañeros de padrón) muestren el camino de salida a la ralea que ha convertido el solar en una porquera. Es decir, no soy pesimista, aunque hoy cuando ustedes me lean puedan estar burlándose de mi bisoñez.

Lo de menos es el resultado de ayer. Sea cual sea, aún nos queda tomar mucho puchero antes de Navidad. Confío, eso sí, que solo tengamos que temer a la indigestión y, al menos, podamos seguir confiando en llegar a nuestro trabajo sin que los amigos de Txapote nos revienten otro vagón.

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