OPINIÓN

A vestir santos

La Iglesia tiene un problema, desde siempre, y es que ha jugado a que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda

En estos días, las redes arden con el pregón de Semana Santa realizado por Lala Prieto en el teatro Villamarta de Jerez. Un discurso feminista y con guiños al colectivo LGTBIQ+ con esa referencia al amor en los armarios escondidos en las casas de hermandad. ... Un pregón que parecía haber descubierto la pólvora sin darse cuenda de que la Iglesia siempre ha sido la casa de todos, también de un colectivo que era perseguido, detenido y encerrado en muchas ocasiones; como sigue siéndolo en algunos lugares del mundo.

La Iglesia tiene un problema, desde siempre, y es que ha jugado a que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. Así mientras los discursos sobre la homosexualidad se han radicalizado en algunos sectores eclesiásticos; la iglesia de a pie –la parroquia, la cofradía– abría sus puertas a todos. «El niño se va a quedar para vestir santos», un dicho que esconde mucho más de lo que dice. Cuando se atacaba y se perseguía a la homosexualidad; cuando eran seres antinatura, las puertas de las iglesias abrieron sus armarios para que vistiesen a los santos, cosieran los mantos de la Virgen o adornasen con flores los altares. Pasos pequeños, escondidos a la vista de todos; secreto a voces en pueblos y aldeas dónde «el niño de la Mari es un poco rarito y solo juega con las muñecas de la hermana».

Las parroquias y las cofradías, la Iglesia en general, se convirtió en un lugar seguro, en un espacio en el que, por encima de gustos y tendencias sexuales, se era persona y eran valorados como tales. Sí, otra parte de la Iglesia los atacaba y perseguía; pero, aun así, en el pueblo, en el día a día, eran más quienes protegían que quienes acusaban. Pasa también ahora, cuando el papá Francisco da pasos gigantes por la igualdad real dentro de la Iglesia, por seguir las enseñanzas de Cristo y darle la mano al marginado para caminar juntos.

En estos días, la Iglesia, la romana, católica y apostólica, anunciaba en boca del Santo Padre que se podrían bendecir las uniones homosexuales, siempre que guardasen la fidelidad; al igual que se podría hacer con las parejas divorciadas. Pasos reales que se acercan a la sociedad actual, en la que la homosexualidad está plenamente aceptada en el mundo occidental y también parece ir cogiendo su lugar real en el seno de la Iglesia.

Quizá en eso, el pregón de Lala Priego sí haya sido revolucionario, al poner en boca de una mujer algo que lleva ocurriendo siglos dentro de las cofradías y hermandades andaluzas. Por dar visibilidad a un sector que siempre ha sido ninguneando, a pesar de haber sido protegido, dentro de la Iglesia. Sin embargo, la Semana Santa hace mucho que rompió las barreras de la Iglesia para ser una festividad popular y en los últimos años y no desde aquellos armarios si no desde los nuevos balcones, se está produciendo una apropiación que le aleja de su esencia real: conmemorar el sacrificio de Cristo en la Cruz para convertir la Cuaresma en una feria con una estética más kish que cristiana.

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