Opinión

Tontos y apaleados

Nada importa. No nos queda ni un resquicio de esperanza en conseguir que no se de el desastre

Javier Fornell

Esta funcionalidad es sólo para registrados

La crispación que vive España es algo muy propio de España. Somos un país de fanáticos y tanto dá si el fanatismo va por el futbol, la semana santa (en minúscula, la folclórica y no la religiosa), el carnaval o la política. Cualquier excusa es buena para gritar e insultar al otro y soltar nuestra frustración en el vecino en vez de en el cercano. Un discurso de gruñidos y bufidos, de testosterona por encima de neuronas. Lo vemos a diario, lo vemos en redes sociales, lo vemos en televisión y lo vemos en el parlamento.

Un parlamento en el que se une el fanatismo a otros factores, principalmente el económico. Hace mucho que nuestra vida política se convirtió en una suerte de pantomima en la que los actores cobraban mucho más jugando al Candy Crush que partiéndose el lomo en el día a día. Y poco a poco se alejaron de la realidad del ciudadano de a pie; hasta el punto que la política se convirtió en un sueño americano: el ipad, el iphone y la dieta sobre el trabajo y la formación. Una carrera profesional que partía de las juventudes con diputados que no han hecho más que creerse estadistas de salón pero que no han sido capaces de encontrar un sitio en el mercado laboral. No todos, por suerte; pero sí muchos han seguido ese camino.

Y ese camino nos ha traído a la actualidad; al borde de una legislatura con visos de inconstitucionalidad en la que el narcisista Pedro Sánchez va a estar maniatado por Bildu y Puigdemont. Un Sánchez que cree sus mentiras al vivir en su falsa realidad; esa en la que Junts es un partido progresista y no una extrema derecha racista, supremacista y clasista: la de una burguesía catalana que se cree mejor que cualquier otro español. Tan abstraído en sus propia realidad que termina prometiendo reconocer un Estado Palestino que la UE -nuestra socia y madre- no desea reconocer. Un presidente que cree realmente que nuestra economía crece cuando el aceite se ha convertido en oro liquido inalcanzable para muchas familias.

Pero nada importa. No nos queda ni un resquicio de esperanza en conseguir que no se de el desastre. No queda porque sus diputados «no tienen dónde caerse muertos». Desde ministras con escasas semanas de experiencia hasta el último de ellos: Pedro Sánchez ha sabido rodearse de quienes le necesitan para vivir evitando así un voto en conciencia que hiciera a los diputados andaluces o extremeños decir no a la venta al por menor del Estado. No a crear una España desigual en la que catalanes y vascos, otra vez más, sean mucho más que un andaluz o un castellano.

Tenemos un presidente que miente, una y otra vez, sabiendo que sus fanáticos, los del «o conmigo o con nadie», harán lo que sean para que su presidente siga siendo el mismo. Hablan de los borregos de la derecha, pero se olvidan que la derecha castiga a sus políticos en las urnas. Ellos se basan en la ignorancia, en la mentira, en la incoherencia. Dan un caramelo pero ahogan a los autónomos, mientras mienten a los trabajadores. Tontos y apaleados, eso somos.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación