OPINIÓN

Meritocracias

Una sociedad del bienestar que nunca dará bienestar, que luchar por evitar el fracaso provocando frustración

Javier Fornell

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No siempre las cosas son como queremos. La mayoría ni tan siquiera se acercan a lo que imaginamos y eso nos frustra. Terminamos luchando batallas que no son las nuestras creyéndonos quijotes modernos capaces de derribar molinos con nuestro simple soplido. Pero las más de las veces, terminamos chocando contra una pared que nos adentra en pozos profundos de silencio y oscuridad. Esto ocurre al haber creado una sociedad del ya y el ahora. Dónde solo importa a quién conoces y no lo que conoces.

Hemos pasado de luchar por conseguir méritos que nos permitan crecer como personas —y, por tanto, como sociedad— a querer un ascenso fácil; logrado muchas veces al calor de internet. Los Ibai y compañía han producido una falsa sensación de que con un móvil y un poco de suerte se puede alcanzar cuotas de fama, poder y riqueza. Pero la realidad es que estás son raras avis, pioneras además, en un mundo en el que la mayoría malvive con problemas hasta para financiar su acceso a internet.

Pero las generaciones más jóvenes lo que ven son la King League, los viajes y las casas y quieren ser como esos nuevos héroes. Se olvidan del esfuerzo, la formación y la obtención de méritos; apoyados, además, en un Estado que ha terminado borrando el no de las escuelas para evitar la frustración. Pero han olvidado que al acabar con el supuesto fracaso escolar, han provocado un fracaso vital. Nos gustaría ser ricos, vivir en mansiones y volar en aviones privados mientras grabamos unos pocos videos, pero la realidad es que malvivimos con 1000 € en un trabajo precario en la hostelería o el turismo.

La sociedad actual ha soñado mundos inalcanzables para quieres carecen de formación y capacidad. Ha olvidado que lo importante no es la igualdad sino la equidad y ha terminado creando generaciones que han perdido el tiempo en las escuelas. Y eso a pesar de la labor de unos maestros que parecen ser más administrativos que docentes; cargados de documentaciones que eviten un fracaso escolar que viene asociado al sistema educativo de turno.

Decía Sartre que la felicidad no existe, que solo es el anhelo de conseguir lo que queremos; y cuando lo tenemos, volvemos a ser infelices hasta encontrar otra cosa por la que esperanzarnos. En la actualidad no existe ni esa felicidad; pues ni el camino que nos lleva a alcanzar nuestras metas se presenta sencillo. No, cuando frente a los méritos priman los amigos, los conocidos y la suerte. No cuando cualquier gañán puede terminar siendo presidente de empresas, ministros o presidentes. No cuando el mérito solo queda para protestar de la monarquía.

Nos hemos convertido en una sociedad de mediocres, en la que la cualificación se ha convertido en sobrecualificación como excusa para el NO; mientras la ignorancia se prima en redes sociales, buscando más el click que el conocimiento. Una sociedad de Rubiales e Ibais en las que los profesionales se relegan a tercer y cuarto plano. Una sociedad del bienestar que nunca dará bienestar, que luchar por evitar el fracaso provocando frustración.

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