APUNTE

Día de la Hispanidad

Desgraciadamente, como buenos españoles, jugamos a la división mientras otras culturas como la anglosajona tratan de encontrar sus puntos en común

Javier Fornell

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Pocos días hay con más controversia que el que celebramos hoy. El Día de la Hispanidad ha sido usado políticamente por unos y otros para atacarse hasta convertirlo en una mofa de lo que debería ser: el día del nacimiento de una cultura común al lado de ambos lados del mar Océano. Obviamente, no fue un nacimiento sencillo, ni pacifico; fue una conquista con todo lo que eso supone. Pero una conquista que no puede verse con ojos del siglo XXI ya que el presentalismo es uno de los grandes males de la historiografía actual.

La llegada de Colón a América fue un hito sin precedentes ya que descubría la existencia de culturas desconocidas. Pero lo hacía en doble dirección: ni los castellanos conocían a los indígenas; ni los indígenas conocían a los castellanos. Se abría, pues, un mundo de posibilidades para todos, dando como resultado la cultura hispana. Y sí, por el camino se quedaron otras muchas culturas, pero eso es un mal endémico del desarrollo humano y de los ciclos históricos. Tampoco, por ejemplo, nuestro universo cultural es el mismo que el de nuestros padres ya que la globalización y las redes han permitido que nuevas realidades penetren en nuestra sociedad.

Pero es que, además, la conquista española sin ser perfecta sí fue modélica. Y lo fue por una sencilla razón: aún perviven culturas prehispánicas en todo América. Y digo en todo América pues la conquista española llegó hasta Alaska (si queréis saber de esto, la maravillosa «Rosa de California», de Jesús Maeso de la Torre os puede ayudar a conocer esta realidad tan poco conocida) y todos los indígenas que sobreviven en el Nuevo Continente estaban en zona española. Y los españoles, además de mezclarse creando una amplia gama de mestizajes, también crearon universidades, escuelas, dieron papel a la mujer, acabaron con los sacrificios humanos y liberaron a muchos pueblos —que se aliaron a los castellanos— del yugo de imperios en decadencia y brutales en costumbres. Toro Sentado, por poner un ejemplo de ese mestizaje, hablaba español.

Y el resultado de la mezcla es una nueva sociedad y una nueva cultura: la hispana. Una sociedad que debería unirnos más que servir de excusa para separarnos. Es cierto que los españoles amamos engrandecer nuestra leyenda negra, pero no es menos cierto que entre la negra y la rosa hay una realidad. Realidad que nos habla de los avances en derechos y libertades de todos los españoles, pues América nunca fue colonia ni los indígenas fueron esclavos. También es cierto que no era lo mismo trabajar en las minas de Potosí que en los campos de Jerez.

Desgraciadamente, como buenos españoles, jugamos a la división mientras otras culturas como la anglosajona tratan de encontrar sus puntos en común. Y eso aunque ellos sí lucharon como culturizar sus colonias borrando cualquier atisbo de culturas pre-existentes. Por eso, hoy deberíamos celebrar todo lo que nos une, mirando al futuro con esperanza y potenciando los lazos que nos atan más fuerte de lo que gustaría decir. O será que yo soy de la ciudad española más americana del mundo y veo esa unión cultural como el mayor tesoro «expoliado» de la conquista.

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