OPINIÓN

Cara a cara

El presidente, sabiéndose perdedor el 23J, se ha negado a ello dejando en mano de los extremos la formación del gobierno de la nación

Javier Fornell

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El debate que pudimos ver en Antena 3 entre el presidente Pedro Sánchez y el candidato Núñez Feijóo, tuvo un nombre providencial: cara a cara. Y es que en el semblante de uno y otro podíamos ir midiendo las sensaciones que ambos tenían por el desarrollo del programa. Pedro Sánchez, siempre altanero y acostumbrado a no recibir replicas en sus intervenciones, parecía esperar a un candidato del PP a la defensiva al que poder desarmar rápidamente. Pero se olvidó de algo fundamental: Feijóo es gallego y como buen gallego domina la oratoria y el debate cercano como nadie.

Se olvidaba también Sánchez de que el PP lleva cuatro mayorías absolutas en Galicia con su oponente al frente. Y la retranca gallega, más un Feijóo pletórico que no encontraba replica a sus datos (no siempre correctos), iba ganando terreno a la vez que la crispación iba apareciendo en la cara del presidente. De hecho, fue su actitud, a veces violenta y fuera de sí, la que terminó por colocar a Feijóo como vencedor del cara a cara. El rostro del presidente mostraba su visión más cruel, lejos del George Clooney español que encandilaba al inicio de su legislatura. Un rostro desencajado y deforme que mostraba una imagen pocas veces vista de Sánchez.

Por el camino, Feijóo iba dando pequeños golpes: «es usted quien saca a pasear el falcón», «usted destrozó a Podemos», «necesita a Vox tanto como Vox a usted», «gobierna con el brazo político de ETA», «no negocia con Vox puesto que Vox no quiere»… mensajes que calaban mientras Sánchez repetía como un mantra «PP y Vox son lo mismo», recordando aquel lema de la izquierda de «PSOE y PP la misma cosa es» y tratando de que calase en el subconsciente del espectador. Tanto lo repetía y tanto llamaba a Vox que el propio Feijóo tuvo que recordarle que no hablaba con el verdadero ganador del debate: Santiago Abascal.

También es cierto que esto es parte de lo que buscaba el PSOE, dividir el voto de la derecha para arañar escaños por lo bajo. Y para eso necesita hacer crecer a Sumar y a Vox, que son los partidos que pueden arrancar diputados gracias a la Ley D'Hondt. Pero, lo que quizá no esperaban, era el repaso dado por Feijóo a un Sánchez que no era incapaz de levantarse de la lona tras cada golpe.

Para colmo, el golpe de efecto definitivo de Núñez Feijóo vino de la mano de un pacto institucional que Sánchez se negó a ver: que gobernase el partido más votado de los dos. El presidente, sabiéndose perdedor el 23J, se ha negado a ello dejando en mano de los extremos la formación del gobierno de la nación. Esta es la peor cara del debate: no habrá consensos, no habrá dialogo entre ambos y la próxima legislatura será caliente.

Lo será en el parlamento y lo será en la calle si no gana la izquierda. La actitud bronca de Pedro Sánchez es premonitoria de lo que nos encontraremos desde el 24 de julio en caso de que el PP tenga la más pequeña opción de hacerse con el gobierno. Desde ese día, en vez de cara a cara, nuestra política ira a cara de perro.

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