Saldremos

Veo el panorama que nos pintan a partir del 1 de septiembre y me echo a temblar, más sabiendo quién ha de liderar la lucha contra lo que se nos viene

Ignacio Moreno Bustamante

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Miro el calendario y el jueves 1 de septiembre me golpea el rostro con despiadada dureza. Ya queda menos. Cuatro días. Prácticamente nada. Cuenta atrás para el otoño que nos viene. Ese otoño marcado en negro. Y después el invierno. «Va a ser un invierno durísimo», ha dicho la ministra Robles. «Estamos viviendo el fin de la abundancia», asegura Emmanuel Macron. Los indicadores, esos pérfidos vaticinios. Todos coinciden. Todo tiembla. La guerra de Ucrania como origen de todos los males que nos asolan y nos asolarán. La falta de suministro energético y de productos básicos, la inflación reflejada en el precio de los carburantes, de la cesta de la compra. Para rematar, el presidente francés añade: «Asistimos a una gran convulsión, un cambio radical. Es también el fin de las evidencias. La democracia, los derechos humanos. Si alguien pensaba que era el destino del orden internacional, los últimos años han hecho saltar por los aires algunas pruebas». Apaga y vámonos. ¿A dónde? Es una crisis global. Imposible de esquivar. El francés lo sabe, y remata con el único mensaje que puede lanzar de cara al futuro: «Ante tales desafíos no tenemos derecho a esperar. Debemos proteger nuestro país con ambición, preservar lo que sea necesario y proteger a los que lo necesitarán». Y lo traduce en medidas concretas, como reducir impuestos, bajar la cuota a los autónomos, recortar gasto público, aumentar la fiscalidad ligada a los gigantes tecnológicos europeos. Economía. Liderazgo.

Busco refugio. Tecleo Pedro Sánchez. Nuestro Macron de andar por casa. El presidente del Gobierno de España está a lo suyo. Celebra la aprobación de la ley del «sólo sí es sí». Habla de progresismo, de tolerancia, de un planeta más limpio y de economía verde. De la nueva ola de la izquierda latinoamericana. De quitarnos la corbata, apagar los escaparates, de bajar el aire acondicionado. Y prepara una agenda de actos para recorrer el país de aquí a final de año «para explicar lo que estamos haciendo y lo que vamos a hacer». Incluso tiene un lema, «A por todas», con el que busca el contacto directo y «piel con piel» con los ciudadanos. Tiemblo aún más. Con estos mimbres, difícil salida. Y miro hacia atrás, al pasado reciente. Una crisis económica global que ya nos dejó bien claro que la abundancia se acabó hace tiempo. Una pandemia que era inimaginable. Sin haber acabado de superar ambos escenarios catastróficos, se nos echa encima una nueva recesión económica. Imposible vaticinar cómo y cuándo la superaremos. Más aún habida cuenta de quién ha de liderar nuestro combate contra ella.

Me aferraré a los tres días que nos quedan de agosto. Ese paréntesis que todos nos hemos dado antes de que llegue lo inevitable. Exprimiré el sol hasta que los nubarrones lo cubran todo. Y cuando llegue el jueves haré de tripas corazón y miraré al frente. Porque enmedio de tanta incertidumbre, sólo tengo una certeza. Saldremos de esta. Seguramente más tarde que el resto. Probablemente más debilitados que nuestros vecinos. Pero saldremos. Pese a todo. No queda otra.

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