SIN ACRITUD

Realidades paralelas

La lluvia no sólo ha afectado a las cofradías y al turismo, también a los narcos, que siguen ahí haciendo su 'trabajo', aunque no queramos verlos

Ignacio Moreno Bustamante

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Menudo temporal. La borrasca Nelson nos ha aguado la fiesta. Cuatro días de descanso y los cuatro encerrados en casa. Confinados por lluvia. Bien está, que ya sabemos cómo está la cosa en los pantanos. Al menos, confiemos en que estos últimos aguaceros hayan servido para hacernos el próximo verano algo más llevadero. Quién sabe. Lo veremos. Lo único que sabemos a ciencia cierta son tres consecuencias de este temporal. La primera es que la mayoría de cofradías ha decidido no procesionar este año. A ver qué remedio. Y los pocos cortejos que han salido a la calle han quedado muy deslucidos. Dios proveerá el año que viene. Esto en cuanto a lo divino. En lo terrenal hay otras dos derivadas importantes. Una es, obviamente, el perjuicio al turismo y la hostelería. Importante, sin duda, aunque cuando vuelva a lucir el sol, que lo hará más pronto que tarde, nos lanzaremos alegremente a sus terrazas y desayunos bufés como si no hubiera un mañana. Por si acaso.

Y después de los cofrades y los turistas, el tercer 'sector' de nuestra sociedad más afectado ha sido el de los narcotraficantes. Esos 'currantes' a los hemos incorporado a nuestra rutina como si tal cosa. O al revés, tratamos de mirar hacia otro lado para no verlos. Para no ver la realidad. Pero están ahí. Tan reales como una procesión de Semana Santa o un restaurante que no abre por la lluvia. Bien lo saben los agentes de la Guardia Civil. Bien lo sabían Miguel Ángel y David. Lo único que ocurre es que en estos días no los hemos visto en las playas de Barbate, de La Línea, de Chiclana o de Sanlúcar porque el temporal tampoco les ha dejado hacer su 'trabajo' con normalidad. Del temporal no solo ha de protegerse a las imágenes divinas, también la carga que han de fumar tantos millones de europeos ansiosos de su dosis diaria de hachís. Ese porro que se fuma su yerno, su sobrino, su compañero de trabajo, entra por algún lado. Entra por aquí. Y lo hace a toneladas. Pero no esta Semana Santa. No con este tiempo. Hay que esperar. Y no se puede hacer en alta mar. Hay que refugiarse en alguna parte. Con el riesgo que conlleva encontrarse con la Guardia Civil. Como se encontraron el pasado jueves las cinco narcolanchas frente a la urbanización La Alcaidesa, en Málaga. Esta vez, afortundamente, los agentes no iban a bordo de una zodiac de goma, sino de la 'Río Belelle', con base en Algeciras, una robusta patrullera construida con poliester reforzado con fibra de vidrio y kevlar, el resistente material que se usa para los chalecos antibala. Y de más de 20 metros de eslora. Por más que les embistieron los narcos, apenas pudieron hacerles algún rasguño en la zona de babor. Pero lo intentaron. Siguen intentándolo. Continúan ahí sin que se tomen medidas reales, contundentes. Y mientras, nosotros miramos al cielo para ver si llueve. Para saber si podrá salir nuestra cofradía o si podremos irnos de puente. Es lo único que nos importa. Qué le vamos a hacer. No es nuestra responsabilidad. Quizá en parte sí. Quizá podríamos abrir el debate de la permisividad con el consumo de drogas en nuestro país, por muy 'blandas' que sean. Pero esa es otra historia. Los verdaderos responsables de esta casi impunidad de los narcos son los que son. Los que tienen que dotarlos de más y mejores medios y no lo hacen. Los que llueva, ventee o haga sol, miran siempre hacia otro lado.

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