SIN ACRITUD
Extremistas gaditanos unidos
El cambio de nombre de calles ha indignado a diestra y siniestra por igual; lo que el nomenclátor ha unido que no lo separe el hombre
Andan los extremistas de la insigne ciudad de Cádiz –aún quedan algunos, pocos pero quedan– tocándose las ideologías con la punta de los dedos. Y todo por el cambio de los nombres de algunas calles. Lo que el nomenclátor ha unido que no lo separe el hombre. Es cierto que la noticia adelantada por Beatriz Estévez en nuestra edición digital el pasado miércoles ha levantado ciertas ampollas. A siniestra porque hay que ver, con lo que se criticaba a Kichi por estas cosas y ahora Bruno haciendo lo mismo. Y a diestra porque el nombre de esta calle es muy tradicional o el de aquella muy señero. Es cierto que este asunto no es una prioridad, para este ni para ningún ayuntamiento. De hecho el propio alcalde ha repetido esto mismo cuando se le ha preguntado por activa y por pasiva por el único cambio de nombre realmente polémico, el del estadio Ramón de Carranza. Este asunto aún no se han decidido a afrontarlo. Quizá porque estén a la espera de que el presidente cadista cierre un acuerdo económico importante con alguna firma comercial, al estilo de Allianz Arena o Civitas Metropolitano. Si hubiera una inyección de pasta importante sería una excelente excusa para ponerle el nombre de la marca por delante, recuperar Carranza como 'apellido' y olvidarnos ya de esa tontería del Nuevo Mirandilla que nos metieron con calzador y una ridícula encuesta o referéndum de por medio. Una mamarrachada, en cualquier caso.
El resto de nombres que se aprobarán esta semana bien están. Pablo Grosso merece un lugar en la ciudad, no cabe la menor duda. Igual que Paca Briceño, por cuya academia de baile pasaron miles de gaditanas desde niñas. Los demás también, aunque como todo es cuestión de opiniones. Personalmente me parece que lo de la educación pública está incompleto si no se incluye a la concertada, que es igualmente gratuita y accesible para todos y cada uno de los niños gaditanos, haciendo una labor impagable colegios como Las Esclavas, San Vicente, Salesianos o San Felipe Neri, a los que algunos tratan de siempre de etiquetar y denostar por pura demagogia. Lo verdaderamente importante de todo esto, dentro de la importancia relativa del asunto, es el fondo con el que se hace. Es decir, el anterior y muy sectario equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Cádiz sólo tenía reconocimiento para los suyos y sus ideas. Es más, alentaban a las asociaciones y coletivos afines de la ciudad para que propusieran tal o cual nombre, tal o cual idea. Por supuesto, en sus cerradas mentes no se contempló ni por asomo la posibilidad de reconocer el más mínimo mérito a nadie que no fuera de los 'suyos'. Aquello de gobernar para todos, los que les habían votado y los que no, era como hablarles en chino. Ahora, sin embargo, se atiende a todo tipo de entidades, sean de la cuerda o contrarias. Bruno García entiende que tiene mucho voto 'prestado' de gente que no es afín al PP pero que decidió darle una oportunidad cansada de tanto populismo y tanta demagogia. Algo parecido a lo que le ocurre a Juanma Moreno a nivel andaluz, que muchos le votaron tras el hartazgo propio de 40 años de socialismo. O como le ocurría a Teófila Martínez, que por cierto era experta en galardonar a políticos muy alejados de ella ideológicamente, pero a los que no dejaba de admirar por su trayectoria, llámese Lula da Silva en Brasil o José Mújica en Uruguay. Esta forma de entender la política, digamos moderada, le ha creado al actual alcalde incluso alguna crítica interna. Y sobre todo la reacción furibunda de algunos extremistas de la ciudad. Que aún quedan algunos. Pocos, pero quedan.
