Los cansinos tópicos sobre Cádiz

Sepa usted que aquí los trabajadores no son todos unos vagos y unos violentos; la inmensa mayoría de los trabajadores del Metal se opone a esta huelga

Ignacio Moreno Bustamante

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Cuando la gente habla de la huelga del Metal en Cádiz no tienen ni puñetera idea de lo que es la huelga del Metal en Cádiz. Parafraseando al gran Selu García Cossío, les diré que «yo que me he 'pegao' cincuenta años viendo huelgas del Metal en Cádiz» voy a tratar de explicárselo. Sobre todo si es usted de fuera, para lo que parafrasearé también a otro grande de nuestro Carnaval, Manolo Morera: «¡Tú no eres de Cadiz!». Si fuera usted de aquí no se partiría de risa cuando una señora espeta a una reportera de televisión un «Ole tu coño». Lo vería con naturalidad, sonreiría si acaso, y seguiría su camino. Porque es una expresión bastante habitual por estos lares. Pero cuando se magnifica, cuando se hace viral en redes sociales y todo el mundo habla de ello, deja de ser gracioso. Porque lo único que hace es alimentar uno de los grandes males de esta tierra, que son los tópicos y las etiquetas que abundan sobre nosotros. Cádiz no sale en el programa de Susana Grisso o en el de Ana Rosa Quintana cuando mes tras mes lidera los ránkings de exportaciones. Ni cuando aporta y exporta talento al resto de España. Ni cuando innovamos en industria o en turismo. No. Salimos cuando una simpática señora se detiene a ver un directo y felicita a la periodista de forma natural y espontánea. Siempre es por la anécdota. Por la gracia. Por ese odioso «mira qué simpáticos son en Cádiz» dicho con cierto aire de superioridad. Como quien habla del bufoncillo de la corte.

Pues con las huelgas del Metal pasa algo parecido pero al revés. Que es lo mismo pero no es igual. Es lo mismo porque se alimenta otro tópico, que es el de nuestra vagancia natural unida a la conflictividad laboral. El mensaje que queda es que nos gusta trabajar poco y además somos protestones, incluso violentos. Etiquetas. Y claro, eso llega a los armadores, a los fabricantes de barcos, y salen corriendo. Que es exactamente lo que ha pasado esta semana. Y todo por culpa de una presunta huelga de los trabajadores del Metal que en realidad no es tal. Sepa usted que en la Bahía de Cádiz hay miles de operarios en este sector. Miles. Y los que la están liando parda son un grupo muy minoritario. Pero son los más ruidosos. Los más radicales si quiere. Los que le ponen un megáfono en la boca a un alcalde para que magnifique aún más sus exigencias. Que nada o muy poco tienen que ver con la actual situación de los astilleros, que van razonablemente bien después de años de verdadero sufrimiento. La realidad, el trasfondo, es que hay unas elecciones generales en puertas, y saben que es el momento de hacer ruido. De vociferar sus consignas y sus amenazas. Por eso reventaron el acto del otro día de la ministra Yolanda Díaz pese a ser reconocidamente de izquierdas. Y es que su verdadero 'leit motiv' es lo que ellos entienden como lucha obrera. Lo que mamaron de sus padres. «Esto es Cádiz y aquí hay que mamar», ya sabe. Gobierne quien gobierne.

Pero la inmensa mayoría de los trabajadores –tanto como casi nueve de cada diez– no están para nada de acuerdo con esta huelga, finalmente desconvocada ayer. Entre otras cosas porque ni siquiera trabajan en Navantia, sino en empresas auxiliares. O en un taller de coches, que el convenio es el mismo para todos. Y tampoco estaban de acuerdo con utilizar la violencia durante la negociación de ese convenio. Ni estaban deseando que la Policía sacara una tanqueta a la calle para poder decir que la Policía –opresora, violenta, fascista– ha sacado una tanqueta a la calle. Por supuesto no está de acuerdo la patronal. Ni lo están los sindicatos mayoritarios, aunque estos son cómplices porque cuando les interesa, callan y miran para otro lado. Así que no, siento decírselo. En Cádiz ni somos unos vagos ni unos violentos. Y con arte y gracia de verdad, sólo unos cuantos, como el Selu, Morera o la señora del 'Ole tu coño'. Que de malajes vamos también servidos. Lo que ocurre es que hay una minoría tremendamente ruidosa. Y demasiados megófonos magnificando y alimentando tópicos cada dos por tres. No se una a ellos, no nos hace ningún favor.

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