¿Qué Cádiz queremos?

El 'boom' turístico empieza a dar los primeros síntomas de agotamiento y es el momento de plantearnos qué modelo de ciudad queremos para el futuro

Ignacio Moreno Bustamante

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La vida en Cádiz ha cambiado y es una pena. O no. Digamos que es muy distinta a la que vivimos los de mi generación allá por las décadas de los 80 y los 90. Para hosteleros, hoteleros y comerciantes seguro que es infinitamente mejor ahora. Pero para los vecinos, mucho más incómoda. Sobre todo en verano. Antes, usted paseaba en agosto por cualquier calle del casco antiguo de la capital y aquello era casi un cementerio. Ni un alma. Ni un turista. Si acaso cuatro mal contados que aparcaban el coche en Canalejas y se daban un paseo por San Francisco y Columela. En barco sólo llegaban los pasajeros del JJ Sister, que unía Cádiz con Canarias. Rara vez nos visitaba otro buque, como aquel Columbus C que se estrelló contra el muelle y por poco se va a pique. Hoy, los cruceros parecen edificios enormes. Durante la mañana, la tarde y la noche, Cádiz está literalmente tomada por los turistas. El centro y extramuros. Llegados en barco, en coche o en autobús. Se da usted un paseo vespertino para tomarse un helado en Los Italianos y no conoce a nadie. Se cruza con una marabunta de gente, pero no saluda a ningún ser humano. Los pisos turísticos nos salen por la orejas y donde antes había comercios de cierto postín ahora hay supermercados express para que los visitantes se compren comida precocinada y unas chanclas. Ya le digo, económicamente un filón, pero molesto para la convivencia del día a día. En algunos casos, muy molesto.

Con todo, los que ya peinamos canas en la barba entendemos que es un peaje que hay que pagar, sobre todo por lo que supone de creación de empleo en una ciudad tan necesitada como la nuestra. Pero no puedo evitar un punto de nostalgia de aquella tranquilidad perdida. Y, sobre todo, me da bastante pena por la juventud. Para ellos sí que los veranos en Cádiz son un desastre. Cuando uno es joven y está de vacaciones, lo que le interesa es la noche. Poco más. Y en aquellos tiempos el ocio nocturno gaditano no tenía absolutamente nada que ver con ahora. Ni en verano ni en invierno. Durante el invierno las zonas de ocio se concentraban en torno a la Plaza de España, Argüelles, Manuel Rancés, Rosario... atestadas de bares. Y de ahí, ya de madrugada, todos a la Punta. Y era acabar el curso escolar y universitario y de forma natural se producía la 'migración' hacia el Paseo Marítimo, con la calle Muñoz Arenillas como punto neurálgico de todo. El centro no volvíamos a pisarlo hasta mediados de septiembre, con la vuelta a las aulas. Es cierto que esa decadencia de la noche gaditana comenzó mucho antes de la invasión turística, prácticamente a principios de siglo, cuando se empezaron a restringir los horarios nocturnos y a tratar de equilibrar la convivencia entre los vecinos y la juventud, saliendo esta última claramente perjudicada. Hoy día apenas tienen sitios a los que ir, ni ahora ni en época invernal. Tanto es así que muchas noches 'emigran' a municipios donde tienen muchísima más oferta nocturna, como El Puerto, Chiclana o Conil. Hasta autobuses les ponen y todo, para que se despreocupen de conducir.

Es obvio que son los nuevos tiempos, la globalización, el turismo de masas que está de moda... todo lo que usted quiera. Pero ojo. Algo está empezando a cambiar. No sólo aquí, sino a nivel global también. Después de años de récords de visitantes, de ocupación hotelera, de escalas de cruceros... de años de 'boom' turístico en definitiva –con el pequeño paréntesis de la pandemia– ya empiezan a notarse los primeros síntomas de 'agotamiento'. Muy leves aún, pero síntomas. Lógicos, por otro lado, tras la pérdida de poder adquisitivo por la inflación y los 'leñazos' en las hipotecas variables con el euribor. Algo distinto empieza a respirarse ya. Tardará en visualizarse con claridad, pero llegará. Toda burbuja –inmobiliaria, turística– acaba por pincharse. Y equilibrarse. Por eso quizá sea ahora el momento idóneo para plantearnos qué Cádiz queremos para el futuro. Cuál es nuestro modelo. Una ciudad única y exclusivamente para los gaditanos, como antes. Una ciudad en la que nos sintamos invadidos, como ahora. O una ciudad en la que alcancemos un punto medio. Ahora es el momento de planteárselo.

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