Cádiz, ciudad de patinetes
El porcentaje de probabilidades de que en algún momento tengamos que lamentar una desgracia gorda causada por un patinete aumenta por días
La semana pasada nos detuvimos a analizar la exagerada presencia de perros en los hogares de Cádiz, hasta 28.000 según el censo oficial. Tan elevado número de canes ha convertido la ciudad en una especie de urinario gigante, con manchas negras y pestilentes en cada esquina, farola, semáforo, árbol o rueda de vehículo. Sanciones, es lo que hace falta. O un impuesto especial para los propietarios que revierta directamente en los servicios de limpieza. Los propietarios de perros. Esos seres humanos absolutamente ejemplares en todo, excepto en lo que se refiere a aceptar críticas o sugerencias sobre sus mascotas. Ellos no lo ven así. Obviamente. A un propietario de perro no se le puede ni plantear el tema. Se defenderá con argumentos tan 'brillantes' como que el ser humano se ha apropiado del planeta tierra, lo ha llenado todo de asfalto y hormigón «por nuestro bienestar egoísta» y que los pobres animales lo único que hacen es aliviarse en una señal de Stop porque en esa esquina lo que tendría que haber es un jaramago, un jazmín común o un rosal silvestre. Madre mía. En fin, insisto en ello –aún a riesgo de ser lapidado o condenado a la hoguera de las redes sociales– a ver si entre todos conseguimos algo tan sencillo, y a la vez tan complicado por lo visto, como es mantener nuestra ciudad con un nivel de limpieza digno. En lo que a heces y orines caninos se refiere, ese nivel a día de hoy y desde hace mucho tiempo es absolutamente indigno. E insalubre.
Pero eso fue la semana pasada. Hoy nos detendremos en los patinetes. No en ellos propiamente –objetos inanimados– sino en sus usuarios. Esos sí que no se detienen ni ante nada ni ante nadie. Ni ante un paso de peatones, ni ante un semáforo, ni ante un ceda el paso, ni ante una señal de dirección prohibida. Circulan como si no hubiera un mañana. Ni código de circulación. Son un auténtico peligro para el resto de vehículos, pero sobre todo para los peatones y para ellos mismos, ya que se desplazan a una velocidad endiablada sin la más mínima protección. Ni un casco de medio huevo de esos que usábamos en los Vespinos. Cuando hace unos años Kichi y Susana Díaz retomaron el antiguo plan de Teófila y se dieron la mano para construir el carril bici, en general a todos nos pareció una buena idea. Un buen proyecto sin un coste excesivamente elevado, fácil y rápido de ejecutar. Ideal para una ciudad como Cádiz, por su tamaño y clima. Todos nos imaginábamos a niños en bici paseando con sus padres, trabajadores desplazándose a golpe de pedal a primera hora de la mañana y una importante reducción de coches en las calles. Lo cierto es que a día de hoy el carril bici ha sido literalmente 'tomado' por los patinetes eléctricos, que circulan a unas velocidades de infarto y que han provocado ya serios problemas, con atropellos de peatones incluidos. Más de 300 multas dice el Ayuntamiento que se han puesto en lo que va de año. Pocas me parecen. Poquísimas. Porque si un patinete es un peligro cuando circula por donde tiene que hacerlo, imagínese cuando lo hace por calles y aceras sin ningún tipo de control. Obviamente, la construcción del carril bici no ha supuesto un descenso en el número de coches. La única diferencia es que ahora vehículos y patinetes están obligados a 'convivir' en las calles en las que no hay una vía específica para ello. Que son la mayoría. Y esa convivencia es muy difícil, más cuando buena parte de los usuarios no hace un uso responsable. Ojalá no ocurra, pero el porcentaje de probabilidades de que en algún momento tengamos que lamentar una desgracia gorda causada por un patinete aumenta por días. Y los que más papeletas llevan son esos mismos usuarios. Algo más habrá que hacer. Prevenir antes que curar se llama.
