Opinión

La pica en Flandes de Ferrovial

«Legislamos en las antípodas de lo que una democracia liberal, en una economía de mercado, tendente a maximizar la eficacia y eficiencia empresarial, haría»

Fernando Sicre

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Poner una pica en Flandes expresa hacer algo con gran dificultad. La pica era una larga y sólida lanza. Era el arma común del soldado de infantería, y Flandes era el territorio donde se ubicaban 17 provincias históricas que abarcan, los actuales territorios de Holanda, Bélgica y Luxemburgo y una pequeña porción del noreste de Francia. Todas ellas procedían del antiguo condado de Flandes, que databa del siglo IX. En 1477, por enlaces matrimoniales, fue heredada por la casa de Habsburgo, los Austrias. Así Flandes termina bajo la soberanía de Carlos I de España y V de Alemania. Su hijo Felipe II heredó Flandes, pero no el amor de los flamencos. Y aquí empezaron los problemas.

Para solucionarlos, éste mandó al Duque de Alba, para reprimir la revuelta contra el rey. En el imaginario popular, el duque es el responsable de la estrategia del miedo: arrasar una ciudad para rendir a las demás. Y esta era Breda. Justino de Nassau, gobernador de la ciudad, se rendía a las tropas españolas comandadas por Ambrosio Spínola, que habían sitiado la plaza fuerte de Flandes durante casi un año.

La victoria fue una de las más sonadas a cargo del ejército español en la guerra de Flandes, aunque no impediría la independencia de los Países Bajos en 1648. La historia se repite 500 años después. No las estrategias. En el pasado se usaron picas. Eran las armas de destrucción utilizadas por los tercios españoles. Hoy, basta con disponer de una legislación acorde a las circunstancias: considerar sin restricciones la libertad de circulación de capitales en el mayor mercado interior del mundo; entender que todo el orbe es el mercado al que aspirar; contar con una legislación fiscal más favorable; disponer también de una mayor seguridad jurídica y protección frente a operaciones hostiles en el caso de las cotizadas… Conclusión y efectos de lo expuesto: multitud de empresas extranjeras han trasladado su domicilio legal a Países Bajos (es lo que dice el ICEX España Exportación e Inversiones).

En el siglo XV ganábamos las batallas, ahora las perdemos. Porque el gobierno de Pedro y Antonio (representa este la rémora de consejo de ministros que le acompaña) le declararon la guerra a la empresa Ferrovial. Una guerra que por las formas bien hubiera podido ser declarada por la camorra napolitana. Pero, al final los malos nunca ganan. Miren, ha sido una mala idea para España sin duda. De igual forma que ha sido un buen negocio para la empresa. Es malo para nosotros por las verdaderas razones de la ida. Un país en descomposición, donde la seguridad jurídica y económica brillan por su ausencia. Donde el principio de la división de poderes y los pesos y contrapesos al poder instituido, la distribución del poder y el control que se ejercen entre los organismos públicos, es fundamental para garantizar los derechos de las personas, obligando a las Administraciones, detentadores del poder político, respetar los derechos y libertades ciudadanas. A modo de ejemplo, ayer, se iniciaba la tramitación de una nueva Ley, la de vivienda que es el enésimo atentado a la propiedad por estos que nos desgobiernan.

Legislamos en las antípodas de lo que una democracia liberal, en una economía de mercado, tendente a maximizar la eficacia y eficiencia empresarial, haría. Lo antitético a esto es legislar de forma populista, como los bolivarianos.

El pasado viernes será recordado como un gran día. La libertad en toda su extensión ha salido victoriosa. La filosofía pragmática de Rorty en torno al principio de utilidad, ha vuelto a sustentar un modo de ser, un modo de vivir. La utilidad practica de naturaleza contingente ha solucionado un problema. Porque solo respetando la propiedad, se puede abanderar la libertad. Lo contrario es imposible.

Las dos cuestiones más inmediatas y que sólo ellas ya legitiman la decisión de la empresa desde la racionalidad económica son: mayor capacidad de obtención de liquidez y el poder cotizar en Wall Street. Sólo me queda entonar la sevillana, «algo se muere en el alma, cuando un amigo se va…el amigo que se va, ese vacío que deja…que no se vuelve a llenar…». Sí, quien sabe si volvemos a ganar batallas como antaño. A lo mejor, un poco de cordura política y una legislación adecuada, podrían ser sin duda la solución.

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