De lapsus y errores

Al fin y al cabo, todo lo que los políticos manifiestan en público se observa con lupa y se difunde por todos los medios posibles

Felicidad Rodríguez

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Neurolingüistas y neuropsicólogos llevan años investigando los mecanismos por los que se producen los lapsus linguae en los que todos incurrimos alguna vez. Ya sea por el parecido léxico y fonético de los términos, por un fallo en el procesamiento de las oraciones o simplemente porque nos delata el subconsciente, todos hemos metido la pata a la hora de decir lo que tenemos que decir. Al fin y al cabo, el que tiene boca se equivoca. Y, aunque a todos nos ha pasado, el error tiene mucha mayor resonancia cuando los protagonistas son personajes relevantes en las esferas de la comunicación o la política.

Podemos recordar, por ejemplo, a Mariló Montero comentando los millones de sevillanos afectados por la COVID o al genial Vicente Vallés quitando ceros al número de contagiados, errores totalmente justificados teniendo en cuenta el caos de las cifras oficiales. O hace pocos meses cuando la prensa se hacía eco del éxito español en los trasplantes de vivo en asistolia, noticia que le hacía entrar a uno en trance por susto porque, si para ello hay que poner a alguien en asistolia, el donante vivo dejaría de estarlo.

En política ocurre también con muchísima frecuencia; al fin y al cabo, todo lo que los políticos manifiestan en público se observa con lupa y se difunde por todos los medios posibles. Histórica la intervención de Bibiana Aido introduciendo ese término de «miembra», ella misma riéndose al darse cuenta, término que al final terminó por oficializarse, porque lo de corregir son palabras mayores. Histórico también el «Viva Honduras» de Federico Trillo en El Salvador, por no hablar del inolvidable «la gente honrada, los hombres, tenemos que luchar contra las mujeres» de Albert Rivera, aquello de que «hay que mejorar nuestro sistema de corrupción» que dijera un ministro de Justicia, o el legendario «este país necesita un Gobierno estable y este Gobierno, hoy por hoy, solo puede estar presidido por Felipe Gonzá… por Pedro Sánchez» de Guillermo Fernández Vara. De antología eran los de Mariano Rajoy como aquello de «es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde». El último error, suponemos, es el de Irene Montero en la Comisión de Igualdad del Congreso. Ya al decir «los niños, los niños, los…les niñes», estuvo a punto de introducir el artículo equivocado para los terceros; afortunadamente el área de Broca, esa zona del lóbulo frontal clave para la formación de las palabras, reaccionó rápidamente. No lo fue tanto para lo que vino a continuación, para lo de «tienen derecho (bis) a conocer que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren (bis). Tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les de la gana, basadas eso si en el consentimiento». Es de suponer que lo que la ministra quería decir es que todos esos derechos de «los niños, las niñas, los... les niñes» serían de aplicación cuando todos ellos se hubiesen convertido en adultos. No lo ha aclarado tal cual, pero como al tratarse de una intervención registrada en el Diario de Sesiones, los investigadores del próximo siglo podrán elucubrar con el sentido exacto de sus palabras; incluso preguntarse a que se referiría con lo de «los niños y las niñas».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación