opinión

Igualdad o igual da

«Como todavía cabe hacer enmiendas en el Senado, igual hasta se mejora un poco el proyecto; ya veremos»

Felicidad Rodríguez

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Si en las elecciones generales de 2015 las formaciones políticas IU y Podemos acudieron a las urnas de manera separada, en las del 2016 los líderes respectivos, Alberto Garzón y Pablo Iglesias, decidieron, junto a otros partidos, presentarse como coalición con el nombre de 'Unidos Podemos'. La denominación duró poco. Ya para las elecciones de 2019, el «unidos» se cambió por «unidas».

No parecía ser el cambio, como la experiencia ha demostrado, por aquello de asegurar la unidad; más bien, supongo, debería tratarse de acentuar el carácter feminista y anti machista del grupo. Y para ese refuerzo nada mejor que colocar de ministra de Igualdad a Irene Montero. No sabemos hasta cuando durará la actual denominación de la coalición, ya sea por discrepancias de los grupos que la integran o, más probablemente, porque el término «unidas» se le haya quedado anticuado a la señora ministra en los apenas tres años transcurridos desde su toma de posesión. Un periodo de tiempo corto para la cantidad de leyes polémicas que han salido desde entonces de las dependencias ministeriales de la calle de Alcalá.

Una de ellas, la llamada ley trans, está en pleno trámite de urgencia en la Comisión de Igualdad, aunque ya antes de su presentación en el Congreso recibió las críticas de muchas asociaciones feministas, entre ellas las de la Asociación Española de Feministas Socialistas que, entre otras cosas, señaló que el proyecto generaba inseguridad jurídica e indefensión, vulneraba la libertad de expresión, limitaba la capacidad de obrar de los adultos y, por si fuera poco, atenta contra los derechos de las mujeres, las discriminaba, dificulta la lucha contra la brecha de género e invisibiliza la violencia machista. En fin, como todavía cabe hacer enmiendas en el Senado, igual hasta se mejora un poco el proyecto; ya veremos.

La que, por ahora, no tiene arreglo es la Ley del «sí es sí», entre otras cosas porque la ministra se niega a reconocer los grandes, y más que preocupantes, fallos de su ley estrella. Como en el caso del primero de los proyectos, el ministerio de igualdad, durante la tramitación, hizo oídos sordos a las voces especializadas, en este caso del ámbito jurídico. Y como ya sabemos, las consecuencias no se han hecho esperar. Desde que entró en vigor, el 7 de octubre, no hace ni dos meses, ya son muchísimas las peticiones de revisión a la baja de las condenas por delitos sexuales contra la mujer. La probable revisión de la condena del personaje de «la manada» no es la única; son muchos los condenados, incluso por violaciones de menores, que esperan beneficiarse de la ley Montero. Pero la ministra lo tiene claro. En su opinión, la culpa es de los jueces que son unos machistas y necesitan cursos sobre violencia de género.

Curiosamente, a pesar de su peculiar utilización del lenguaje, habla de jueces y no de juezas, como si estas últimas fueran a aplicar las penas a su libre albedrío y sin atenerse a lo que las leyes, en este caso la suya, indican. Así que como se acercan nuevas elecciones y, de nuevo habrá bailes de denominaciones, en el caso de que la ministra Montero siguiese en el Ministerio habría que cambiar el nombre a este último, y en lugar de Igualdad podría llamarse, por ejemplo, de «Igual da».

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