OPINIÓN

No te digo Trigo...

«Ese fistro de notario, nacido después de los dolores, que recoge unas puntuaciones diodenares con más maquillaje que una carroza de drag queens...»

Enrique Goberna

Cádiz

Vuelta la burra al trigo… por no decirte Rodrigo. El reglamento del Concurso Oficial de Agrupaciones se mueve más que el recordado Chiquito de la Calzada por un escenario. Quietor... Ora para la izquierda, ora para la derecha; mini patadita al aire, saltito, un jandemore con unos chasquidos de dedos y vuelta a empezar. Es tan cómico como estresante.

Las bases del concurso continúan a la deriva, sin rumbo, a merced de ocurrencias. Este año toca no acarrear los puntos de preliminares, recuperar los cuartos de final, recomendar que se interpreten coplas inéditas en cada fase… y el más trascendental de todos: permitir la entrega de las puntuaciones al notario cuando se termine la fase. Se vuelve a oficializar con ello la revisión y el maquillaje de puntuaciones. Así, sin rubor.

Al menos este año no asistiremos a esas fluctuaciones incomprensibles de los puntos a lo largo del concurso sobre una misma obra solo para corregir su posición con respecto a otras. Esta vez con un lapicero 2B y una goma de nata se arreglará el problema a lo largo de cada fase. Pasarán los que tengan que pasar: ni uno menos ni uno más.

Me parece un acierto la medida, conste, pero me resulta insoportable la hipocresía de dotar de medios al jurado para que pueda enmendar el error del propio reglamento que aplica.

Si ya es imposible mantener el mismo criterio de puntuación entre el primer y último día —máxime si el jurado generalmente no tiene experiencia en ello— aún más ridículo es puntuar por separado una obra musical compleja disociando música, texto e interpretación. ¿Para qué? ¿Desde cuándo para justificar que una obra presentada es mejor que otra es necesario hacerlo de forma cuantitativa?

Imaginen un concurso de belleza donde el jurado puntúe por separado el cabello, los ojos, la boca, la nariz o la simetría de la cara.

La nariz no ha pasado del 7.5, pero es que tiene unos ojos de 9.2 y, sobre todo, unas escápulas… ¡qué escápulas!

¿No sería ridículo? La belleza depende fundamentalmente de la armonía y la proporción de todos los rasgos o elementos que la conforman. Aunque, incluso, se pudiese puntuar unos labios a partir de un canon establecido, ¿cómo lo haríamos con una sonrisa?

Lo mismo ocurre con la obra musical: debe ser valorada en su conjunto a partir de las emociones que nos provoca. Intentar objetivar una creación artística mediante la valoración de elementos que, además, no pueden ser juzgados de forma aislada, me parece estúpido.

Que alguien con competencias en ello fije de una vez el rumbo del concurso y le ponga algo de cordura: elimine las hojas de cálculo, los coeficientes, y evite que los miembros del jurado tengan que estar encajando puntuaciones como si fuera un Tetris, por favor.

La labor del jurado ya es suficientemente difícil como para hacerle más guarreridas españolas, unos amatomas sersuales y perjudicarlos humanamente, físicamente, moralmente… Estoy por ponerlo en conocimiento de la Meretérica ¡Cobardes!

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