Uno y uno no son dos

Sumar sería eso, añadir, pero si las cosas siguen como van, la sonriente gallega que susurra a políticos, sindicalistas y empresarios, nos cuenta cada día nuevas competencias sobre las que opinar o dictaminar. Y hasta proyecta situaciones tan estrambóticas como la de esa cesta de la compra tan propia de las cartillas de racionamiento del régimen obsoleto o de los desabastecidos anaqueles de las abacerías de sus adorados países bolivarianos. Ítem más, incorpora a su haber de cada día todo lo que pueda trincar de presidencia en sus comparecencias o performances dados los espacios que, para su solaz, le regala su jefe llevándola a esos rangos de las encuestas como la política más votada.

Me da a mí que la suma se le puede venir abajo este año en el que ya se han puesto a afilar sables y lanzas para las elecciones. Pasa el tiempo y poco o nada trae Yolanda para las municipales ni, hasta el momento, para las generales, mientras le van llegando avisos de los que antaño fueron sus compañeros de viaje, comunistas reformados y «podemitas», amén de los que puedan surgir del voraz Sánchez, entonces en su mejor momento por ser esos meses presidente de la cosa europea. Auguro un ocaso de los dioses de aquí a mayo y de mayo a noviembre para Yolanda. Y de su suma, porque poco a poco va a ir cayéndose de las pantallas de los televisores esa imagen de efusión que cada día nos muestra en sus saludos de condescendiente mirada entornada. A lo más, quizás pueda aguantar hasta entonces como oportuna telonera para ese proyecto de Sánchez con todos los que no se alinean con España, su Historia y su Constitución, juntos y unidos por él y a él, que les viene permitiendo todo o casi todo.

Este sábado España volverá a hablar en las urnas de la calle, como les gusta a ellos, con lo de la soberanía popular a la que el Gobierno ha vetado Colón, cosa impensable de imponer a quienes rodean parlamentos y campan por su respeto aunque sea frente a ellos mismos, como este jueves le pasara a Junqueras, y que ha vuelto a servir para que Aragonés, otra vez más, le haya dicho a Sánchez y, de paso, a Macron para que se entere, que se tome buena nota de que ningún ardid legislativo apresurado podrá callar su afán independista.

Uno y uno no son dos, sino uno y uno, y no sé yo si el tándem Díaz y Sánchez perduraría más allá de este año horrible con el melón que se tiene abierto en el caleidoscopio que han convertido a España Aragonés, la de Baleares, Puig de Valencia, la de Navarra o la derecha vasca. Por eso, y por otras cosas más, me atrevo a pensar que lo de sumar de Yolanda Díaz puede empezar ya a restar, que esta cuenta, si se administra ahora bien y no lo enturbian los de Vox, puede empezar a trasladarse a los constitucionalistas que sí son los que nos dicen sentir amor por esta antigua Nación nuestra, reunión de todos los españoles.

P.S.- Ayer oí a Alfonso Guerra en el Oratorio de San Felipe Neri defender la Transición y la Constitución.