OPINIÓN

Sentimientos

Y nuestros muertos se fueron hacia la Eternidad dejándonos solos, al menos, hasta la resurrección del último de los días

Lo de Barbate va a seguir coleando, tanto por los muertos y heridos en este crimen como por la incomprensible falta de medios que se les facilita a quienes tiene el encargo de nuestra seguridad y del cumplimiento de la ley. Y porque toda España ... ha visto las terribles imágenes de estas muertes y escuchado esos gritos que animaban a los matadores.

¿A dónde nos está llevando esta sociedad que ya ni quiere sentir el sentimiento?

Hemos vuelto a ver varias veces las sobrecogedoras imágenes del asesinato de los dos Guardias Civiles grabado en directo y los españoles de bien, con sentimientos, seguimos estremecidos por esos hechos brutales jaleados además por una turba insana que, como en el circo romano, gritaban que los matasen. Bueno, no todos, porque a unos les dio por ir de fiesta y, a otros, por negar un pobre minuto de silencio en homenaje a estos dos hombres asesinados en acto de servicio.

Sin quererlo, también he sido en parte testigo de este dolor pues resulta que, mientras velábamos en el tanatorio el cuerpo de un querido familiar, ese mismo día, como en el piso alto de ese tanatorio está el Instituto Anatómico Forense, algo presumimos que estaba pasando cuando el edificio fue rodeándose de Guardias Civiles. Pronto supimos que venían a acompañar los cuerpos de sus compañeros así que, al menos durante esas horas y en ese sitio, nuestra familia y la de la Guardia Civil, coincidimos en el dolor que produce la pérdida de un ser querido.

Nosotros estábamos allí en esa mañana de sábado triste y lluviosa porque el Señor había querido llevarse a uno de los nuestros, pero los Guardias estaban allí porque los de la droga habían arrebatado la vida a dos de sus compañeros dejando malheridos a otros.

El fin de semana se presentó oscuro, frío y con agua, con cielo gris y con mal tiempo. Decían que los de las narcolanchas se habían metido en la dársena de Barbate por mor del temporal que estaba azotando el Estrecho, y pese a la prohibición de que dichas embarcaciones naveguen por aguas españolas, amarraron allí sus embarcaciones, lo que debió de alertar a las autoridades locales que lo pusieron en conocimiento de la autoridad competente para que ésta dispusiera la fatídica operación que costó la vida a los dos Guardias y dejó malheridos a otros al verse abordados en salvaje embestida por la narcolancha que les pasó por encima de su embarcación mucho más pequeña y con la que se habían echado al agua en cumplimiento de las órdenes recibidas.

Entre los Guardias, mucho silencio y mucho rostro serio y en nosotros, además de nuestro dolor, estupor e indignación por aquellas otras dos muertes injustas. Compartimos nuestro pésame, porque allí coincidimos, como les digo, dos familias, la nuestra y la del Benemérito Cuerpo. Mientras, en la calle, el cielo lloraba al sabernos solos porque nuestros muertos habían emprendido ya el camino hacia la Eternidad. ¡Qué solos nos dejan los muertos!

El ministro no vino al funeral con lo cerca que estamos de Barbate. Él, que por dos veces vino a llevarse los votos de los socialistas gaditanos para ser Diputado. Ni ningún otro ministro. Se fue a Navarra, quizás porque allí gobiernan ellos. Tampoco vino el presidente, con lo justificado que hubiera sido coger esta vez el Falcon. Optó por la fiesta del cine, por los halagos de la farándula que le evitaron sin duda malas caras o abucheos y donde se encontró con una reportera pelota de TVE que le regaló lisonjas a su icono. Pudo quedarse en casa en señal de duelo, pero no, se fue a la fiesta. El cielo lloraba aquí la tragedia, pero, ay, la fiesta del cine levantaba telón.

Y nuestros muertos se fueron hacia la Eternidad dejándonos solos, al menos, hasta la resurrección del último de los días.

¡Qué solos nos dejan los muertos!

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