Opinión
La Semana Santa y yo
Hoy, Sábado Santo se acaba la Semana Santa. Hoy, Sábado Santo, los cristianos esperamos el Domingo de la Pascua de Resurrección del Señor
La Semana Santa es un bálsamo de paz para los católicos. Algunos dirán que la tristeza gana, que prevalece, como que se estanca, aunque, a su fin, retorne la alegría. Pero los sentimientos de los españoles en estos días son otra cosa, más que tristeza o alegría, son además pueblo, historia, recuerdos, barrio. Son de familia, de pertenencia, lo que a todos nos convoca y facilita la reunión.
Este año, como ando con una rodilla gastada y algo ajada ya por los años, no me he movido tanto y me he regalado algunas horas de televisión de por aquí y por acullá que han estado transmitiendo el sentimiento de la Semana Santa en España. Es verdad que los informativos han ido a lo suyo, como es lo natural, y nos han mantenido bien sabidos de las cosas que pasan, pero, además, en el buen sentido de un limpio buenismo, se han esforzado por hablarnos del llenazo de hoteles y casas rurales, de lo bien que se estaba en las playas, -qué manía esa tan extraña de querer ponerse moreno en siete días de primavera-, o del tráfico. Y de los guisos y dulces de todos estos días, ¡qué cosa más rica!
La Pasión la entendemos los españoles de una manera muy peculiar. Mi hermano mayor, que en paz descanse y que le encantaba la Semana Santa, decía que la mejor imagen que podíamos tener en España de esta Semana Mayor era la andaluza porque mientras sacábamos los pasos a la calle con nuestros Cristos sufrientes y nuestras Vírgenes dolientes, la calle se llenaba de gente yendo alborotada de un sitio a otro, bares a reventar, churros con chocolate de alboradas u olor a incienso y azahar mezclado con «pescaíto frito». Por eso, socarrón que era, decía que se parecía mucho más que cualquier otra a lo que tuvo que ser aquella fatídica Semana de Pascua en Jerusalén del siglo I donde, judíos llegados de todos los lugares, celebraron su fiesta principal mientras, al lado, crecía la traición, la Vía Dolorosa o el Calvario.
España es muy rica en sentires y pasiones y cada ciudad, cada pueblo o cada barrio, que es como la nueva aldea llevada a las capitales, tiene su propia Semana Santa para envidia o desconcierto de muchas otras naciones y gente «de nuestro entorno», porque nosotros somos muy propios, quizás porque tengamos en nuestro corazoncito un recuerdo de ver las procesiones en la calle con los padres, los hermanos o nuestros primeros amores. Y la mano de un abuelo llevándote los dedos a la frente para hacer la señal de la Cruz al paso del Nazareno.
Posiblemente sea carga y recarga de nuestras propias baterías porque, mira que están pasando cosas en el mundo y aquí en España en estos días, como que nos importan menos o poco. O nada. Ni Meloni, ni Trump. Ni los problemas judiciales de nuestros políticos. Ha sido Semana Santa y, en ese paréntesis, no han tenido entrada ni Ábalos, ni Sánchez, ni el hermano de Sánchez, ni la esposa. Ni los jueces instructores.
Y es que España tiene su propia área de descanso que no es otra que la Semana Mayor, la Semana Santa nuestra que empieza con palmas y acaba abriendo la puerta a ferias y romerías.
Bendita seas Semana Santa, oasis de paz y reencuentros.