opinión

Catar como catarsis

«Desde hace tiempo vivimos contrariados y enredados en una tupida tela de araña de la que no sabemos salir»

Enrique García-Agulló

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Como le habrá pasado a un buen número de españoles, lo del partido del otro día en la copa de fútbol frente a Marruecos, está dando que cavilar. A mí me trajo a colación una suerte de radiografía de la situación actual política.

Lo de la elección del país y el sometimiento del deporte al dinero del que más tiene, ya me dio pena. Que países con una larga tradición y afición futbolística vieran truncados sus deseos de acoger un campeonato de esta guisa y, sin embargo, se aceptara este paraíso artificial del deporte en aquellas petrolíferas arenas pese a todas las circunstancias de su erección o a las notorias diferencias de convivencia democrática igualitaria de aquel país frente a los de las selecciones que se iban a enfrentar, más allá de las compensaciones económicas, puede que no haya sido más que otra de esas nuevas situaciones en las que este mundo lleva ya tiempo sumiéndose en claro proceso de deconstrucción.

Serán las normas, serán los principios, serán las conductas, pero los giros en los que nos vemos envueltos al comenzar esta tercera década del siglo XXI poco o nada tienen que ver con los precedentes. Y como ya en el partido sintiera que ambas partes no llegaran ni a ser iguales, pensé también que una de las dos partes rivales en nuestra política no se esté planteando bien cómo disputar la victoria frente a quien sí pone su empeño en asegurar la que ya tiene.

Desde hace tiempo vivimos contrariados y enredados en una tupida tela de araña de la que no sabemos salir. Demasiado nos ha caído encima como para poder resistir sin rasguño alguno aceptando confinamientos, corrupciones, mentiras, supremacismo territorial invasivo, transformación de sentencias o hasta la inmediata modificación de penas a interés de parte en tan poco tiempo. Nos estamos dejando engullir por esta vorágine y, lo que es peor, se está cayendo en la tentación de hablar sólo de eso y no de lo que se podría hacer si se pusiera más empeño.

Esta España que quisimos que fuera de todos ha vuelto a ser de dos, como dos son los equipos que juegan en un partido de fútbol. A un lado, los 'neosocialistas' de Sánchez con sus aliados de las mil fuentes y, al otro, un centro-derecha y la derecha conservadora. Y hasta la presente no se esperan cambios, pues ni los barones consiguen que se les saque a entrenar al borde del campo, ni quedan ciudadanos para cambiar. Sánchez, al igual que Marruecos, tenía hambre de ganar y se buscó una afición que le empujara prometiendo resultados a cuenta de beneficios. Cerrado en banda, enrocado entre su no es no y su sí es sí, obstaculiza que la alternativa haga su juego, sabe que frente a él no hay impedimento inmediato porque no hay Tribunal Constitucional que pueda arreglar en un año las leyes que él va sacando.

Al otro lado del campo, un equipo excesivamente entretenido en criticar y en autocomplacerse en su corrección que parece que avanza mucho pero que no llega porque juega como de banda a banda. Cuando un partido se pone tedioso, un buen seleccionador que quiera ganar y no conformarse ni tan siquiera con el empate, debe saber hacer cambios y hacer saltar al campo a algún jugador animoso y ocurrente, con frescura natural, los que logran las grandes jugadas más allá de los que se pasan el partido en 'tiqui-taca'.

Este partido ha empezado ya y puede que acabe en mayo, pero la alternativa tendría que cambiar de estrategia y de jugador sin esperar prórrogas ni penaltis.

Hay que hablar de lo que se pretende cambiar y no sólo de lo que quieren los otros que se hable. En mi modesta opinión de aficionado, cambiar de jugador y sacar a la palestra voces nuevas que busquen ganar de otra manera más inquietante, podría ser más que oportuno.

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