El apunte

El efecto alga invasora

La llegada de la Rugulopterix Okamurae está provocando una peligrosa perturbación en el ecosistema marino gaditano

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El efecto mariposa se conjuga para referirse a pequeñas alteraciones apenas imperceptibles que pueden generar efectos masivos en la atmósfera, un axioma que se utiliza a su vez metafóricamente para incidir en que leves variaciones son capaces de producir enormes cambios por las fuerzas que se van uniendo en su desarrollo. En la provincia de Cádiz ese efecto lo viene provocando la famosa alga asiática, la Rugulopterix Okamurae, que amenaza con esquilmar el fondo marino y destrozar parte del ecosistema.

La principal hipótesis es que llegó al puerto de Algeciras arrastrada por un buque mercante, pegada a su hélice, y desde entonces (quizás poco antes de 2015) se ha convertido en la principal amenazada del litoral. La subida de las temperaturas como consecuencia del cambio climático ha favorecido su aclimatación y rápida expansión. Su voracidad no conoce límites. Ha tapizado el roquedo, expulsando y/o ahogando a numerosas especies endémicas de la zona, y ha maltratado a un sector pesquero que necesita de las ayudas de la administración para completar su faena. Tras la pesca comienza a afectar al turismo (playas paradisíacas cubiertas de alga) y esta pasada semana ha provocado el cierre de los caladeros de las anémonas y los erizos en Andalucía.

La anémona, vulgo ortiguilla, es un manjar de la gastronomía gaditana. Curioso que su marisqueo es (era) más común en Granada o Málaga, pero se asocia a Cádiz, especialmente a Chipiona. Y va a desaparecer de la mesa. Mínimo, como mal menor, en los próximos años, pues queda radicalmente prohibida su captura y los establecimientos sólo podrían adquirirla a través del furtivismo. Legalmente sólo podrán venir de Galicia y eso descarta que lleguen vivas a nuestra tierra, amén de ser diferentes en color, textura y sabor.

Con esta moratoria se intenta repetir la fórmula para salvar al atún rojo, pero el alga es un enemigo mucho mayor y no hay capacidad humana para la expulsión: deberá ser la propia naturaleza. Esta última decisión se antoja tan necesaria como probablemente infructuosa, y deberá venir acompañada de dos maniobras esenciales: buscar la manera de reproducir la ortiguilla en aquellas rocas que han quedado fuera del alcance de su 'depredador' e implementar las ayudas para evitar la ruina de los mariscadores y la pérdida de esta actividad laboral. Hay que ser rápidos. Tan rápidos como la propia alga.

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