Opinión

Demasiado dolor

Los funerales por los dos guardias civiles muertos en Barbate muestran un alto grado de indignación social

El apunte

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Las escenas de dolor y rabia que se han vivido este fin de semana en Cádiz y Pamplona durante los funerales de los dos guardias civiles muertos en Barbate han puesto de manifiesto un alto grado de indignación social con la clase gobernante. Las muertes de estos dos agentes en acto de servicio es probable que se hubiera evitado si la Guardia Civil tuviera los medios necesarios para combatir lo que ya se está llamando como 'narcoterrorismo'. Así lo ha definido también este domingo la fiscal Antidroga del Campo de Gibraltar, Macarena Arroyo, que denuncia que «hemos vuelto a la situación de hace cinco años». El Ministerio del Interior tiene que ser consciente de las limitaciones con las que trabajan los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado en el Estrecho. El paso del tiempo ha dado lugar a que los clanes familiares del menudeo de la droga se hayan convertido en auténticos cárteles sin pudor a la hora de matar y rematar. Lo ocurrido este viernes en Barbate debe hacer reflexionar, de una vez por todas, al Gobierno de la Nación y destinar más medios en el Campo de Gibraltar y también en la desembocadura del Guadalquivir, donde las mafias de la droga llevan años campando a sus anchas a pesar de que el ministro Marlaska diga que se han reforzado los dispositivos. Una de las mayores muestras de la indignación social la ha protagonizado en Pamplona, precisamente, la viuda de David Pérez Carracedo, uno de los guardias civiles fallecidos tras ser arrollado por una 'narcolancha' en Barbate que se negó en la capilla ardiente, instalada en la Comandancia de la Guardia Civil en Pamplona, a que el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, fuera quien colocase una medalla en el féretro. Marlaska se dirigió a recoger la medalla que portaba un agente de la Guardia Civil para colocarla en el féretro. En ese momento, la viuda ha mostrado su disconformidad con que fuera el ministro quien realizase este acto alegando que su marido «no hubiera querido esto». Indignación, rabia y impotencia. Los agentes fallecidos fueron a echar de la bocana del puerto de Barbate a varias embarcaciones que, por el temporal, se habían refugiado amarradas a las boyas de entrada a la ensenada. Y también a identificar a sus ocupantes. Había tres en cada boya desde por la mañana. Se refugian hasta que pueden regresar al mar, pero una de esas embarcaciones era una narcolancha y sus ocupantes la lanzaron contra los guardias.

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