Más golpes da el hambre

Desde los años treinta el boxeo ha dado un puñado de obras maestras a la que no han sido ajenas primeras figuras tanto de la dirección como de la interpretación

EDUARDO MOYANO

El estreno esta semana de 'La forja de un campeón' sobre el campeón inglés Jem Belcher y el origen del boxeo me hacer recordar que este deporte tiene una enorme tradición cinematográfica y que por momentos no deparó grandes títulos que ocupan un lugar en la historia del cine.

Es cierto que es un deporte brutal que fue humanizándose con el paso de los años, aunque actualmente ha sido muy relegado y no existen tantos boxeadores profesionales ni combates que acaparaban la atención de todo el mundo y cada vez son menos frecuentes las películas sobre boxeo coincidiendo con el descenso de su popularidad y la ausencia de boxeadores emblemáticos como hubo en el pasado.

A lo largo de la historia púgiles mediáticos como Clay (Mohamed Alí), Tyson o Rocky Marciano y un sinfín de boxeadores se han interpretado a sí mismo o han sido representados por actores de primera fila . En España, también hubo hueco en la pantalla para Carrasco o Urtain e incluso comedias tan disparatadas como 'El tigre de Chamberí' , 'Yo hice a Roque III' o 'Urtain, el Rey de la Selva' que ahondaban en la popularidad de un deporte del que ya antes Buster Keaton o Charlie Chaplin habían conseguido exprimir su vena cómica.

Pero el boxeo siempre se ha vinculado con los bajos fondos, con el cine negro, con gánsteres o mafias que controlaban los púgiles y con ascensos y caídas de quienes habían sido manipulados por empresarios sin escrúpulos. Desde los años treinta el boxeo ha dado un puñado de obras maestras a la que no han sido ajenas primeras figuras tanto de la dirección como de la interpretación.

En 'Gentleman Jim', Errol Flynn combatía veintiún asaltos bajo la dirección de Raoul Walsh; un jovencísimo Paul Newman era Rocky Graziano en 'Marcado por el odio' de Robert Wise; William Holden estuvo en 'Sueño Dorado'; John Huston dirigió 'Fat City' o Martin Scorsese nos regaló aquella obra maestra titulada 'Toro salvaje', con un Robert de Niro que llegó a engordar hasta veinte kilos para poder interpretar a su personaje, un campeón del peso pesado.

En este auge y progresiva caída del boxeo en la pantalla grande no hay que olvidar a la más comercial de todas ellas, 'Rocky' que ha dado para media docena de secuelas con un Sylvester Stallone que protagonizaba en cada entrega 'el combate del siglo'.

El boxeo es supervivencia y una metáfora de la vida en la que a pesar de sus vaivenes siempre intentamos levantarnos. En 'La forja de un campeón' que, no nos cuenta nada nuevo, asistimos, sin embargo, a esos combates callejeros en que el vencedor se proclamaba solo cuando caía K.O el rival, pero también al nacimiento del cuadrilátero con enfrentamientos de veintiún asaltos, algo que se fue reduciendo con el tiempo hasta los doce actuales en peleas por el campeonato del mundo, buscando de esa manera salvaguardar la integridad física de los boxeadores. La película incide en las características de este tipo de filmes: familia muy humilde; persona honesta que ayuda en los inicios ; entrada en juego de los tahúres y personas sin escrúpulos ; vida desenfrenada después del éxito ; y finalmente caída y búsqueda de una nueva oportunidad. Seguramente, como en los toros, más golpes dan el hambre y la miseria.

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