OPINIÓN

Una sociedad rara

A ninguno de nuestros abuelos les invadía esta angustia continua ante la incertidumbre, esta sensación permanente de que el mundo se va a acabar

Párense ustedes unos minutos a reflexionar sobre los acontecimientos que mantienen a la sociedad en vilo. Pareciera que el mundo avanza a marchas forzadas, y que en una de ellas todo va a estallar, como si en cualquier momento fuéramos a morir todos.

Aunque, mirándolo ... con perspectiva, después de una pandemia mundial, un volcán, una DANA y la amenaza de un gran apagón, cualquiera pensaría que en cualquier instante aterrizarán unos cuantos platillos voladores y los extraterrestres acabarán con nosotros.

La realidad es que el mundo, la globalización, la hiperconectividad y el desarrollo del transporte nos han expuesto a los problemas del planeta entero.

Eso que llaman «sociedad líquida» nos sumerge en un potente estado de miedo y amenaza. Hoy en día no hay nada claro, no existen certezas.

Antes, la vida consistía poco más que en crecer, trabajar, criar hijos y morir. Con suerte, envejecer un poco durante algunos años.

A ninguno de nuestros abuelos les invadía esta angustia continua ante la incertidumbre, esta sensación permanente de que el mundo se va a acabar, de que todo, de alguna u otra manera, nos asfixia.

Piénsenlo: ¿se imaginan a sus abuelos preguntándose si se va a acabar la energía? ¿Atemorizados por lo que ahora llaman una ola de depresión y suicidios en Occidente? Claro que no, estaban ocupados en cosas más básicas y primordiales.

Por todo ello, considero que esta sociedad actual, tan preocupada por las fobias y los miedos —muchos de ellos justificados, claro—, es, en el fondo, una sociedad angustiada. Una sociedad, permítanme decirlo, rara de cojones.

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