OPINIÓN

Message in a bottle

A veces me gustaría no saber nada, no comprender nada, tener la misma información del mundo que una ameba

Daniel Lanza Barba

Cádiz

A la mayoría de la chusma le suena Davos porque es una de esas ciudades que aparecen en las noticias al menos una vez al año. Para los amantes de las conspiraciones, incluidos los seguidores de la leyenda más oscura relacionada con el Grupo Bilderberg ... y ese tipo de reuniones, Davos reúne la parte más tecnológica de la pandilla de delincuentes que controla el mundo.

Yo llegué al Davos distópico a través de varias noticias muy curiosas, que más bien definen los límites en los que nos movemos en Occidente, muy rocambolescos y siniestros, según como se miren.

El Foro Económico de Davos es un evento internacional en el que los líderes mundiales exponen ideas, debaten y asisten a conferencias. Todo esto es fomentado por las grandes corporaciones y muchos de los países más prósperos.

En este evento, se dan toda clase de anécdotas, algunas divertidas y otras macabras, dependiendo de la perspectiva de la persona que asiste o ve sus charlas. Todos habréis escuchado aquella en la que la política danesa Ida Auken daba una conferencia explicando todas las cosas buenas de la nueva economía global y digital, concluyendo con: «No tendrás nada y serás feliz». Ocurrió en 2016. Como podemos observar, los de Davos son unos visionarios; hay que reconocer la puntería de la señora Auken al prever nuestra situación económica y personal de muchos. Estoy que no me aguanto de tanta alegría y felicidad.

En otra de las ediciones del Foro Económico, una gran compañía tecnológica, de cuyo nombre no quiero acordarme, celebraba una fiesta privada con la actuación del mismísimo Sting. Al parecer, entre copa y copa, con la melodía de «Message in a bottle» de fondo, el CEO de la empresa anunciaba el despido del 5% de la plantilla, unas 10.000 almas errantes. Casi nada.

Pero este año todo parece incluso más estrambótico, sobre todo en lo que concierne a los titulares que hablan sobre Argentina o sobre España. Por una parte, el presidente de Argentina, Miley, llamaba la atención de los medios al realizar el viaje a Suiza en avión con clase turista. Le faltó decir «yo sí que soy normal, no como otros presidentes». Aquí en España se ve con escepticismo, pues hasta hace nada, uno que se compraba ropa en Alcampo y quería terminar con la casta política, acabó simplemente comprándose un chalé de más de medio millón de euros. Para que después digan que los españoles no aprendemos.

Pero no os equivoquéis porque un Miley quiero yo por aquí, aunque sea un mes. Bien es sabido que los extremos no son buenos, pero es que a este paso a los españoles nos van a acabar embargando hasta el Falcon de Pedro Sánchez (porque es suyo, que lo sepáis). Como sigamos así, no sé si seremos felices, pero lo que es tener, no vamos a tener absolutamente nada. Según cuentan, Pedrito ha ido a comerle la oreja a todo aquel que esté por llegar a nuestro país, o incluso por irse. No sea que se pierdan los encantos y las posibilidades de inversión de un país tan bien gestionado como este. En España tenemos cada vez menos industria y más chiringuitos, y no solo de playa. Todo un paraíso para el inversor.

Entre tanto, la chusma, que no sé si es selecta o no, miramos con bastante distancia todo lo que se cuece en Davos. Los miembros fijos del Foro pagan millonadas anualmente, y las empresas, simplemente por figurar con algún conferenciante, entre 20.000 y 30.000 euros.

A veces me gustaría no saber nada, no comprender nada, tener la misma información del mundo que una ameba. De hecho, soy consciente de que hay gente así, y le va bien. Pero entonces no habría tenido un mínimo de inteligencia como para escribir y percibir Davos con las limitaciones que conlleva. Pese a todo el sufrimiento que ello conlleva.

Siempre nos quedará la posibilidad de cambiar el mundo. Aunque parezca imposible.

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