OPINIÓN

Venerable padre Vicente

«Ojalá podamos un día no muy lejano venerarlo como merece, ungido en Santidad»

Antonio Fernández Repeto

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Hace unos pocos días nos llegaba la noticia a través de las redes sociales, que el pasado día 19 de Enero el Papa Francisco recibió en audiencia al cardenal Marcelo Semeraro, prefecto del Dicasterio de la Causa de los Santos. En dicho acto, promulgó y firmó el decreto por el que se declaraban como Venerables a dos mujeres, una religiosa italiana y una laica y a cuatro sacerdotes, dos italianos y dos españoles. De estos sacerdotes españoles nos causó especial alegría conocer que se trataba de nuestro querido y añorado Padre Vicente López Uralde.

Todos los que de una forma u otra conocimos al Padre Vicente no podemos por menos que reconocer que su figura fue muy singular y ahora va a ser venerada por muchas generaciones de gaditanos. Verlo en proceso de Beatificación para seguir posteriormente su causa hacia la Santificación por la Iglesia Católica no puede por menos que enorgullecernos a todos.

Natural de Vitoria, nació el 22 de Enero de 1894 y de sus cuatro hermanos él y otros dos fueron sacerdotes. Vicente, ingresó en 1905 en la Compañía de María de Escoriaza y en 1910 en el Noviciado Marianista siendo ordenado sacerdote en Marzo de 1925 en Friburgo. En 1928 llegó a nuestra ciudad y aquí permaneció hasta su fallecimiento el 15 de Septiembre de 1990. Tanto se involucró en Cádiz que fue nombrado Hijo Adoptivo en 1968 y le fue concedida la Medalla de Oro de nuestra ciudad.

Durante mi infancia, entre los años 1955 y hasta 1960 fui alumno del Colegio de San Felipe Neri en intramuros. Allí conocí y conviví con él durante ese tiempo. Guardo un recuerdo imborrable de su figura bondadosa y llena de humildad cuando pausadamente, por su dificultad visual, transitaba por los pasillos o el patio del colegio. Como confesor de muchas generaciones de gaditanos pasaba horas y horas sentado en su confesionario situado a la izquierda del Oratorio. Siempre atendía solicito y paciente a todos los que nos acercábamos a su ministerio. Como anécdota, recuerdo que cuando desde la clase nos llevaban a confesar, cosa que en aquella época era bastante frecuente, la mayoría salíamos corriendo a ocupar un puesto en la fila del confesionario del Padre Vicente dejando solitaria la otra la del otro confesionario que ocupaba oro sacerdote marianista que tenía muy mal genio, el padre Eugenio. El padre Vicente oía pacientemente nuestras supuestas culpas y en muchas ocasiones veces se quedaba adormilado oyendo nuestras cuitas. Finalmente, tras sermonearnos y aconsejándonos con su característica bondad, nos impartía la bendición imponiéndonos una dulce penitencia que cumplíamos como era preceptivo.

Hace unos meses, sus restos fueron trasladados a una capilla especial y dedicada a su veneración en nuestro colegio de extramuros. Sin duda por allí, desde entonces pasan muchos gaditanos a pedirle sus favores que, como en vida, intentará concederles. Para todos nosotros el Padre Vicente ha sido un ejemplo de vida y dedicación. Ojalá podamos un día no muy lejano venerarlo como merece, ungido en Santidad.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación