OPINIÓN

Vecindario

El concepto de vecindad se ha convertido en un simple listado que de vez en cuando figura en las actas de las reuniones de las comunidades de propietarios

Antonio Ares

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«María, la del rincón, vivía con su marido en aquel partidito. No tenían hijos, aunque lo habían intentado. Compensaba la pirámide de población, de aquella casa de vecinos, los alquilados de las habitaciones colindantes, donde Pedro y Gloria criaban a sus seis retoños. Toda su prole era de cortas edades, lo que colmaba de alegría los corredores con sus carreras y gritos. Salvo los respingos que daban los corazones de los de más edad cuando se arreguindaban a la barandilla. La cocina era comunitaria. Por planta una placa turca multiusos y un grifo, que con exiguo caudal no era capaz de cubrir con holgura las necesidades hídricas de las más de sesenta personas de esa comunidad bien avenida. En el patio, geranios, aspidistras, helechos y una dama de noche, sembrada en un antiguo bidón de gasoil pintado de azul añil. Al anochecer su intensa fragancia provocaba los delirios olorosos de propios y extraños. El encargado de la jardinería era Paco, jubilado de Matagorda que tenía buena mano para las plantas. Él se proveía de abono natural en la cochera de la calle de La Palma, donde Ricardo, otro vecino, guardaba los dos jamelgos de su coche de caballos. Todo el vecindario compartía penas y alegrías, desde el pequeño Manolito, de apenas un año de, hasta Doña Emilia, viuda desde sabe Dios cuándo. El límite entre lo privado y lo público era tan indefinido que todos sentían y vivían las mismas cosas, aunque cada cual a su manera».

Ahora todo es distinto. La Ley de Propiedad Horizontal ha venido a crear espacios tan herméticos que conforman una gran línea roja e infranqueable en el portón de tu casa. A lo sumo conocemos a los que comparten rellano en nuestros bloques. Nos conformamos con el protocolo de los «buenos días». Cumplimos con todas las personas que nos encontramos en el ascensor, pero siempre que escuchamos el timbre de nuestra puerta miramos con recelo por la mirilla.

El concepto de vecindad se ha convertido en un simple listado que de vez en cuando figura en las actas de las reuniones de las comunidades de propietarios.

Ahora nos vienen a sorprender con novedades experimentales sociológicas, en las que se ponen de manifiesto las bondades para la salud física y mental que tienen el compartir vecindad. La Nagaya Tower, en la ciudad japonesa de Kagoshima, es una comunidad muy peculiar. En un bloque de seis plantas, de puertas abiertas, conviven cerca de cincuenta personas entre los 8 y los 92 años de edad. De manera solidaria comparten lo material y lo sentimental. El apoyo mutuo mitiga la soledad de las personas mayores, cuentan con su sabiduría y dan alas a la visión de futuro de los más jóvenes. Dicen que el experimento sociológico está inspirado en las antiguas Nagayas del período Edo japonés, que hace más de 150 años incentivaba un estilo de vida colectiva.

Aquí, en los barrios de La Viña y Santa María íbamos muy por delante de la cultura nipona y de los experimentos de la sociología más puntera. ¡Está todo inventando! La patente es nuestra. La felicidad es más completa si se comparte de manera intergeneracional.

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