opinión

Eduardo Benot

«En mi desconocimiento no sabía de la magnitud y la grandeza de este sabio y polifacético paisano»

Antonio Ares

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Si en Cádiz le preguntas a un taxista, éste te llevará a la Barriada de la Paz, a una calle pequeña y recóndita, en los aledaños del Puente de la Constitución de 1812. Si interrogas a alguien relacionado con el mundo educativo, te derivará a lo que fue un colegio público, en la calle Periodista Federico Joly, que cerró sus puertas por falta de población menuda. Puede incluso que a algún funcionario municipal, con muchos trienios de antigüedad en nuestro Consistorio, el nombre le suene de haberlo visto escrito con letras de oro en el salón de Plenos de nuestro Ayuntamiento. Madrid, Arcos de la Frontera, Las Palmas de Gran Canaria, Vigo, Santander, Tenerife, son sólo algunas de las ciudades que ostentan en su callejero el nomenclátor de este ilustre e ignorado gaditano, de manera mucho más digna que nuestra ciudad.

En mi desconocimiento no sabía de la magnitud y la grandeza de este sabio y polifacético paisano. Alentado por la familia e ilustrado por el Prof. Hernández Guerrero, y con la colaboración de instituciones públicas y privadas, comenzó el intento de saldar la deuda que esta ciudad tiene con Eduardo Benot Rodríguez. En estos días se cumple el bicentenario de su nacimiento, y el compromiso con tal efemérides debe ser firme.

Hombre del 'Renacimiento', se movió de manera docta entre las humanidades y las ciencias, entre las letras y la política, entre la pedagogía y la doctrina republicana y federalista. Escritor, matemático, filólogo, lingüista, lexicólogo, romanista, gramático, pedagogo, periodista, crítico literario, dramaturgo, poeta y publicista. De familia culta, aunque no de elevada posición social, recibió una educación esmerada. Su labor docente al frente de Colegio de San Felipe Neri de Cádiz sentó las bases de la educación de calidad en nuestra ciudad. Sus dotes para la pedagogía le llevaron a publicar una dilatada obra dedicada a métodos para aprender a leer, hablar y escribir idiomas, entre los que se encontraban el inglés, el francés, el italiano o el alemán. Algunos de sus libros han sido, hasta hace pocos años, de obligada lectura en universidades hispanoamericanas y en algunos países centroeuropeos. Diputado a Cortes y Senador. En el año 1873 llegó a ser Ministro de Fomento durante la Primera República, bajo la presidencia de Francisco Pi i Margall, donde llegó a crear el Instituto Geográfico y Estadístico. Sus dotes y conocimiento de astronomía le llevaron a ser nombrado director del Observatorio de Marina de San Fernando, donde enseño geodesia y astronomía. En la Real Academia Española de la Lengua llegó a ocupar el sillón Z mayúscula. Para que no le faltara nada fue inventor, registrando varias patentes, fruto de su incansable y productiva labor.

En el año 1907 al escritor inglés Rudyard Kipling se le concedió el Premio Nobel de Literatura, en la terna propuesta al jurado figuraba nuestro paisano Eduardo Benot Rodríguez. Dice el refranero «Que nadie es profeta en su tierra». Pero él no sólo predicó. Su sabiduría, su incansable trabajo y su compromiso pusieron a nuestra ciudad en la cúspide del conocimiento en la segunda mitad del siglo XIX. La ciudad de Cádiz le debe, a tan insigne gaditano, un reconocimiento a la altura de su valía.

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