OPINIÓN

Arte-sano

«La profesión médica y la ingeniería son las que obtienen los valores medios más altos de confianza»

Antonio Ares

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En estos días el Ateneo Literario, Artístico y Científico de Cádiz está celebrando su Semana de la Ciencia, dentro de las actividades de las actividades de la Cátedra Ateneo-Universidad de Cádiz. Esta edición va destinada a conciliar las Ciencias y las Humanidades. Un enfoque en el que las ciencias, tanto finalistas como empíricas, beben de las fuentes de la filosofía, se adentran en la inmensidad y lo oculto del universo y toman a la naturaleza como referencia. Y en medio de toda esta amalgama de disciplinas, perfectamente estructuradas y con sus leyes y dogmas, se cuela el Arte, con su valor nominal más que discutido, pero que sigue siendo de necesidad imperiosa para el consuelo de la mente y el alivio del alma.

Recientemente se han publicado los datos de un estudio de la Fundación BBVA sobre la 'Cultura Científica en Europa'. En líneas generales, la ciencia es percibida por la gran mayoría de los ciudadanos europeos como el conocimiento más objetivo, veraz y válido, y se asocia con el progreso material, el bienestar y la mejora continua del nivel de salud. La ciencia y la tecnología son consideradas como las únicas alternativas posibles ante los retos futuros que se le plantean a la Humanidad, con el cambio climático a la cabeza. La comunidad científica ostenta el mayor reconocimiento social, no estando éste parejo con la importancia y el apoyo que les dispensan desde los gobiernos y las distintas administraciones. La profesión médica y la ingeniería son las que obtienen los valores medios más altos de confianza. De todos los países que han participado en la encuesta, España es el que menos se identifica históricamente con la ciencia, y sí con las artes y las letras. Y el que más recelos éticos y religiosos plantea con los avances científicos. Los españoles son los europeos que más asocian la carrera científica con los atributos de prestigio, dificultad y esfuerzo, con la profesión médica a la cabeza.

Decía Voltaire que «el arte de la medicina consiste en mantener al paciente en buen estado de ánimo mientras la naturaleza le va curando». La medicina y el arte parten del mismo tronco común. Ambos tienen origen en la magia, un sistema prodigioso basado en la omnipotencia de la palabra. El verbo se convierte en la fórmula misteriosa, que debidamente pronunciada trae la salud o te lleva a la derrota y la entrega mortal. El artista y médico, concentran su atención en un fenómeno externo para dominarlo visual e intelectualmente y así poder solucionar un problema; el artista resuelve cómo expresar lo observado desde la creación visual y el médico investiga cómo reestablecer la armonía física o mental a quien lo requiere. Para Hipócrates la enfermedad era una desarmonía que afeaba la belleza. La tarea del médico consiste en restituir la hermosura a las formas del cuerpo. La medicina aporta conocimientos basados en la observación y la experimentación, pero nunca se podrá regir por leyes matemáticas. El arte en cambio no sirve para dar solución a los grandes enigmas, pero si prepara nuestros sentidos para el asombro y nos lleva a la armonía, que a veces restaura la salud.

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