EDITORIAL ABC

La vileza de un dictador

Lo que está pasando no es una maniobra del presidente norteamericano, Donald Trump, ni un complot imperialista. Se trata de una lucha entre el bien y el mal

Simpatizantes de Guaidó durante una protesta para exigir a Maduro que permita la entrada de ayuda al país Reuters

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Nicolás Maduro tenía de plazo hasta ayer para haber entendido que la historia le dejaba una última puerta de salida. No habría sido una salida plenamente honrosa, pero al menos hubiera podido matizar la consideración criminal de su gestión con un último gesto que hubiera ahorrado a Venezuela una buena dosis de sufrimientos. Pero ha sido en vano. Su actitud de tratar de impedir el paso de la ayuda humanitaria (comida y medicinas para su pueblo) pasará a la historia como la mayor vileza de un dirigente, cuya gestión ha destruido la economía y las instituciones hasta sumir a la población en una hambruna inédita para un país inmensamente rico y que, para colmo, usa la fuerza para impedir la llegada de la comida y las medicinas que la gente necesita. Todos sus aspavientos invocando lemas patrióticos, todos sus insultos hacia Estados Unidos y hacia la larga lista de países que ya han reconocido a Juan Guaidó como presidente no son más que la expresión de su propia impotencia, la constatación de que realmente está solo frente al clamor de la sociedad venezolana y que sólo le apoya la parte de la cúpula militar que prefiere seguir nadando en la corrupción. Las manifestaciones que organiza el régimen son ya tan escuálidas que ni siquiera los acarreos masivos sirven para llenar un plano de la televisión oficial. Su gran logro es en estos momentos decir que aún puede entorpecer la llegada de la comida que necesitan urgentemente los venezolanos.

Y pese a todo, el gesto del presidente Guaidó no ha sido en vano. La respuesta de Maduro de incrementar la represión en la frontera y ordenar la ruptura de relaciones con Colombia ya no es ni siquiera significativa porque hace días que Bogotá no le reconoce como presidente. Si no fuera por la posición de países como Uruguay y, sobre todo, México, Venezuela estaría totalmente aislada, porque en realidad sus únicos aliados en América (Cuba, Bolivia o Nicaragua) lo son porque aún esperan volver a beneficiarse del dinero del petróleo venezolano. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, está desaprovechando una oportunidad de oro para demostrar que le importa la democracia y la libertad más que sus viejas y rancias ideas. Es una vergüenza que se alinee en este caso con Rusia, Turquía o Irán en un asunto del que depende la libertad y la vida de los ciudadanos de un país hermano.

En el lado colombiano de la frontera, decenas de artistas de fama mundial e innumerables dirigentes políticos venidos desde todas partes de América y Europa, expresaron claramente que lo que está pasando no es una maniobra del presidente norteamericano, Donald Trump, ni un complot imperialista. Se trata de una lucha entre el bien y el mal. Y el bien vencerá.

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