EDITORIAL

Lo último del PSOE: euskera en La Rioja

Otra merced, la enésima, del socialismo al nacionalismo vasco, que penetra con sus tentáculos en Navarra gracias a la inestimable colaboración de Uxue Barkos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez ABC

ABC

El desnortado rumbo emprendido por el PSOE de Sánchez parece no detenerse en la búsqueda del disparate perfecto a la hora de conformar la España de las mil y una nacionalidades que parece perseguir. Ahora, los socialistas quieren que el estatuto de La Rioja, en proceso de reforma, recoja que «La Rioja considera la lengua española y el euskera como un elemento esencial de su acervo histórico y cultural, constituyéndose así como lugar de encuentro de todas las lenguas españolas». Se trata de meter como sea la lengua vasca en la comunidad riojana y de empezar a proveerla de un blindaje estatutario (luego vendrán las ayudas para su fomento) para que vaya ganando terreno en una región donde nadie la habla. Otra merced, la enésima, del socialismo al nacionalismo vasco, que ya penetra con sus tentáculos en Navarra gracias a la inestimable colaboración del actual Gobierno, presidido por Uxue Barkos, que se define a sí misma como «abertzale». Poner en el mismo plano el castellano y el euskera en La Rioja es un delirio desde el punto de vista histórico, social y político, pues el vascuence nunca ha formado parte del registro idiomático de los riojanos, por mucho que las primeras palabras que se escribieron en euskera nacieran en el monasterio de San Millán. Y nunca es nunca, hasta hoy mismo.

La maniobra forma parte de la estrategia de ir debilitando España como unidad a través de imposturas sociales y políticas, casi siempre partiendo de la lengua, para ir abriendo paso a una nueva singularidad, como ocurre con la intención de hacer al bable lengua cooficial en Asturias, primer paso para que vaya cuajando un nacionalismo asturiano, históricamente residual, cuyo único fin se dirige a limar la españolidad del Principado. En Baleares, la socialista Armengol ha implementado la persecución al castellano y a sus hablantes, a los que se trata de marginar en la Administración regional. En Aragón, el PSOE ha creado un título académico para que se reconozca el dominio de la fabla, que viene a equiparar una variedad que apenas hablan 12.000 personas (hay 1,3 millones de aragoneses) con idiomas como el español, el inglés o el francés. En la Comunidad Valenciana, Ximo Puig se pliega a todas las iniciativas de sesgo pancatalanista impuestas por sus socios de Compromís.

Con una reforma educativa que no hace sino debilitar la presencia del español en las aulas, este es el panorama que presenta el socialismo y esta es la idea que tiene de España, tomada como conejillo de Indias para su laboratorio lingüístico-político. El PSOE se empeña desde hace años en borrar la E final de su sigla con tal de hacerse el simpático a los ojos del nacionalismo, ante el que, en contra del interés general, mantiene un ridículo complejo de inferioridad.

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