Salvador Sostres

«Tranqui, Jordi, tranqui»

El catalanismo es un niño que está jugando a buscar los límites y en algún momento tendrá que encontrarlos

Salvador Sostres

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No se lo dijo exactamente así pero es como ha quedado en la cultura popular la conversación que el Rey Emérito tuvo con el presidente Pujol la noche del 23 de febrero: « Tranquil, Jordi, tranquil ». Y La Trinca añadió «és la Guàrdia Civil» en una de sus canciones más emblemáticas para rendir un cariñoso reconocimiento a la que siempre ha sido la institución mejor valorada por los españoles.

Ahora que de todo hace más de treinta años, los vigilantes del aeropuerto de El Prat se han replanteado su chantaje tras el anuncio del Gobierno de que envía a la Benemérita para resolver el caos. « Tranquils, sindicalistes, tranquils, és la Guàrdia Civil ».

La Civilización sobrevive en lo que permanece y las fuerzas y cuerpos de seguridad cumplen en la sociedad una extraordinaria misión redentora y vigorizante más allá del papel que les otorga la Constitución: y a la Guardia Civil no le ha hecho falta ni siquiera llegar a Barcelona, sólo avisar de que ya salía; como mi mujer cuando regresa de pasar el fin de semana en la masía de mis suegros y entonces sé que dispongo de media hora para adecentar la casa. Los chantajistas del El Prat se han puesto como yo a ordenarse y a los que tienen que llegar les bastará con saludar a la afición, visitar la ciudad, cenar conmigo los altos mandos -iremos a L’Alegria o a Gresca, dependiendo del día exacto en que arriben- y por lo demás podrán pasar estos tontos días de agosto refrescándose en mi club o en la playa, según si prefieren jugar al dominó entre ricos ociosos o especular con las alegres muchachas de este turismo del que tan a favor estamos.

Si los huelguistas que viven del piquete y de la bronca han capitulado de un modo tan inminente e indisimulado , ¿qué no harán los cientos de miles de independentistas de épica de toalla y chancla que ahora mismo están veraneando en la Costa Brava entre la protección solar y las regañinas de sus esposas -contra las que de momento no se ha inventado ningún bálsamo? Viviremos la Diada más multitudinaria porque nadie querrá perderse la última trinchera que nos salió gratis pero luego en octubre la Guardia Civil llamará como el jueves para avisar de que ya salen, volverán a sus asuntos las personas formales y los efectivos a su llegada serán recibidos con el mismo entusiasmo mayoritario con que recibimos a los Nacionales cuando entraron por la Diagonal o a Franco en todas y cada una de sus visitas a Barcelona. Los catalanes siempre hemos sido así, tal como siempre hemos tenido y tendremos al que quiera tirar una piedra o incendiar un container: pero fueron y serán no más que la vieja minoría arrabalera, la que bajo distintas formas de rebeldía «low cost» no pasa de inevitable residuo de cualquier sociedad moderna por mucho que el catalanismo quiera reescribir la Historia pretendiendo que todos fuimos como los protagonistas de las canciones de Llach o de Serrat o elevando a mártir a Salvador Puig Antich cuando no fue más que un atracador de bancos y un asesino.

Es importante recordarlo y hasta celebrarlo: la policía está para proteger la Ley y el orden, y es propaganda del caos llamar «violencia» a sus tan necesarias actuaciones para defender la libertad. No es violencia: es vigor , como el cachete a los niños cuando pierden el control. E incluso sin tomar en consideración las extravagancias de la CUP , el catalanismo es un niño que está jugando a buscar los límites y en algún momento tendrá que encontrarlos, tal como nuestra fe se basa en el amor y en la esperanza pero sin temor de Dios no nos quedaría ni una sola virgen intacta.

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