Sin tretas no hay paraíso

Sánchez, doctor en argucias para seguir apoltronado en el poder

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno José Ramón Ladra
María Jesús Pérez

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Me autoplagio. Dejo constancia. Porque me viene como anillo al dedo el título que hace ya algunos años utilicé para explicar a los lectores por qué existen los paraísos fiscales. En resumen, si no hubiese personas dispuestas a eludir impuestos, con «tretas» de toda índole, no existirían. Y es que el presidente Pedro Sánchez se ha erigido en uno de los más avezados políticos en el uso marketiniano de sus actos para, primero, llegar al paraíso presidencial y, después, para mantenerse. ¡Y vaya si lo está consiguiendo!

Desde luego es único, al convertirse en presidente del Gobierno de un país con tan solo 84 diputados, a través de un discurso cien por cien propagandístico. Artificio sutil e ingenioso que le llevó a ganar esa moción de censura en tiempo récord que proporcionó la estocada final a su contrario, Mariano Rajoy. Eso sí, con el apoyo necesario de otras formaciones políticas ansiosas de acabar con la unidad del Estado español y, lógicamente, con el expresidente, y que utilizan tanto como él de forma torticera las palabras. A partir de entonces, la utilización de tretas varias del líder socialista en distintos momentos de su aún cortísimo mandato ha sido magistral. Palabrería y más palabrería, y ningún hecho en ciernes que vaya a ser implementado a no ser que haya sido a golpe de decreto. Globos sonda a granel para desviar la atención de lo importante. Presupuestos a tope de gastos y fraude en su tesis. Doctor en Ingeniería de la trampa. De hecho, vergüenza me da que el Gobierno llame «ley de estabilidad presupuestaria -«sic» y entrecomillas, porque «copio» un tuit del economista Daniel Lacalle- a saltarse el techo de gasto, endeudarse aún más y subir los impuestos. Es como llamar a un atracón de pasteles ley de dieta equilibrada». Tal cual, lo suscribo.

Precisamente, a cuenta de los presupuestos, la última argucia de Sánchez y sus satélites hace dos días. El objetivo, correr un tupido (¿o estúpido?) velo sobre el escándalo en torno al posible fraude de su tesis. El PSOE, con el presidente acorralado por las informaciones de ABC al respecto, y tras sacarse de la manga una reunión exprés con grandes empresarios el pasado lunes para celebrar sus cien días de Gobierno -un «aquí te pillo, aquí te mato» de manual, para robarles un posado y dar la sensación mediática de arropamiento de la élite-, se sirvió de una vieja treta parlamentaria legal para superar su debilidad en la Cámara e imponer su obcecado objetivo de aprobar sus presupuestos para 2019, sí o sí. Quiera la oposición, o no. Lo quieran los ciudadanos, o no. El Grupo socialista aprovechó los últimos minutos del trámite de enmiendas para incluir en una proposición de ley de medidas urgentes contra la violencia de género, presentada por ellos mismos, una enmienda a esa redacción con el contenido que se contemplaba para la reforma de la ley de Estabilidad. Así logra evitar la mayoría de PP y Cs en la Mesa al usar una ley que ya está en trámite. Ya saben, «hecha la ley, hecha la trampa». ¿Y, Sánchez? Aún en el paraíso.

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