Separatistas a palos

La guerra interna dentro del separatismo catalán amplía sus efectos disgregadores y a las tradicionales tensiones entre ERC y la antigua Convergència se une una fuerte lucha intestina dentro de lo que queda de la histórica formación fundada por Jordi Pujol, el patriarca que ideó todo el cotarro y hoy se enfrenta al banquillo junto a toda su familia por presuntos delitos corruptos. Desde Waterloo, el fugado Puigdemont ha terminado de dinamitar el PDECat, último nombre de la sigla, al registrarlo a nombre de su facción arrebatándoselo a la formación heredera de CDC. La dirección del PDECat (o lo que queda de ella) ha optado por llevar a los tribunales la apropiación de la marca, lo que ha motivado la «fuga» de senadores del partido así como de un buen número de concejales del área metropolitana de Barcelona. Y como gran experto en fugas, el exconsejero Lluis Puig también se ha también dado de baja para secundar a Puigdemont. Como ya se vaticinara, antes que romper España los separatistas iban a romper Cataluña. Y ahora sabemos que antes de que se rompa definitivamente Cataluña es el propio separatismo el que ha saltado en pedazos, de tal forma que a estas alturas es difícil contar los conflictos internos y las familias que habitan dentro del movimiento. Por pelearse, se pelean entre ellos hasta los condenados por sedición, a cuenta de la petición de indulto. En realidad, este fuego cruzado de desavenencias deja claro que el «procés» es una operación ideada por la élite del nacionalismo para hacerse hegemónico en el poder, a cuyo rebufo atrajo a un buen número de personajes que convirtieron el separatismo en una «profesión» para su promoción personal. Lo implementó Mas y le costó el puesto (aunque ahora trata de reengancharse pues no sabe ganarse la vida de otra manera) y la continuaron Puigdemont y Torra, con el resultado conocido.