Editorial

El Senado entra en juego

La idea de Casado es poner fin al arrinconamiento de la Cámara Alta mediante la proposición de candidatos conocidos y con «tirón» en sus circunscripciones provinciales

ABC

El Partido Popular hará bien en prestar una atención especial al Senado en las próximas elecciones del 28-A. La división del voto de centro-derecha puede permitir al PSOE ser el partido más votado por provincias, aunque no pueda formar gobierno, y alzarse con la mayoría absoluta de la Cámara Alta, como sucede actualmente con los populares. Si una de las propuestas fundamentales del programa electoral del PP es la aplicación de un 155 profundo y a largo plazo en Cataluña, las elecciones al Senado cobran una importancia inusual, porque es esta la Cámara que debe aprobar las medidas de intervención constitucional. Tradicionalmente, la preeminencia del Congreso en la relación con el Gobierno -investidura, moción de censura y cuestión de confianza- y en la actividad legislativa ha reducido el papel del Senado a actividades casi testimoniales, aunque la contraposición de la mayoría dominante del PP frente al Gobierno de Sánchez ha reactivado su presencia política en el último año. La idea de Casado es poner fin a este arrinconamiento de la Cámara Alta mediante la proposición de candidatos conocidos y con «tirón» en sus circunscripciones provinciales, de manera que el votante no esclavice su voto en el Senado a la papeleta del Congreso de los Diputados. Se trata de concentrar el voto de Vox y de Ciudadanos en los candidatos del PP. Es una apuesta necesaria para que un futuro Gobierno apoyado en la mayoría de centro-derecha del Congreso no se tope con un frente de izquierdas que frustre en el Senado la aplicación del 155 al separatismo catalán. Hay alternativas constitucionales que sólo dependerían del Congreso de los Diputados, pero más graves que el artículo 155 de la Carta Magna.

Si Pablo Casado tiene en mente esta estrategia para el Senado es porque da por perdida la colaboración del PSOE en una nueva intervención constitucional en la Generalitat de Cataluña. Tal expectativa no es buena para el interés nacional, porque el consenso de izquierda y derecha fortalece la estructura constitucional del Estado. Sin embargo, la actitud de Casado ante el PSOE está justificada porque es la constatación de una contumaz política socialista de abandonar el consenso con el PP y ofrecérselo a los separatistas, como nueva edición de aquel Pacto del Tinell de 2003, con el que Zapatero abrió en canal el socialismo para que se convirtiera en aliado del nacionalismo secesionista frente a la derecha. La reciente manifestación en Barcelona contra el juicio que se celebra en el Supremo y el silencio de los socialistas contra el separatismo en estos primeros días de precampaña anticipan una nueva conjunción del PSOE con las fuerzas secesionistas para poner a Sánchez de nuevo en La Moncloa si los resultados del 28-A lo permiten. El Senado entra en juego y reclama de los votantes de Cs y Vox un ejercicio de realismo.

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