Resucitar un interés muerto

Cuando Pedro Sánchez habla se produce un inevitable «efecto llamada»

NIETO
Álvaro Martínez

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Mal que les pese a los odiadores de las redes sociales y a la progresía político-mediática adicta al buenismo y otras paparruchas de estos tiempos, cuando Pedro Sánchez habla se produce un inevitable «efecto llamada». Ocurrió, como hemos comprobado estas semanas, con toda la propaganda desplegada por el presidente a cuenta del desgarrador asunto de la inmigración ilegal y ha ocurrido con la segunda gran aportación ideada por el «Gobierno bonito» para mejorar la vida de los ciudadanos y terminar con sus problemas: desenterrar a Franco. Según datos de Patrimonio Nacional, gestor del complejo de Cuelgamuros, desde que se anunció el propósito de exhumar los restos del dictador se han duplicado las visitas al Valle de los Caídos. Lo que no han conseguido la Fundación Francisco Franco, la Falange y el resto de los partidarios o sentimentalmente afines al franquismo lo ha obrado Sánchez al agitar de repente el interés mortecino que venía despertando el monumento. Cifras: las visitas han aumentado en 12.737 personas este julio respecto al mismo mes del año pasado, lo que supone un incremento del 49,8 %. En los meses anteriores el número de visitantes se estaba reduciendo, ya que este mayo acudieron 21.599 personas por las 26.778 del año 2017. Los datos de este abril también eran inferiores a los del mismo mes de 2017.

Decaía por tanto con estrépito el número de visitas al Valle hasta que el Ejecutivo de los 84 diputados convirtió el asunto en presuntamente prioritario. Volvió entonces el trajín de autobuses de nostálgicos o simplemente curiosos, de personas que seguramente nunca se habían planteado ir allí pero a las que el altavoz gubernativo y su cruzada revisionista les suscitó el interés o las ganas de contestar silentemente a la imposición de una verdad sobre las otras muchas que escondió aquella atroz guerra en la que todos tienen al menos un muerto.

Es una lástima que Sánchez no aproveche las portentosas cualidades de su «efecto llamada» para atraer más y mejor empleo, más inversiones extranjeras, más crecimiento económico, más natalidad que mitigue el desierto demográfico o para garantizar el futuro de las pensiones… para, en definitiva, arreglar los verdaderos problemas de todos los españoles, que no están precisamente en las laderas que nacen en el valle de Cuelgamuros.

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